martes, 6 de mayo de 2014

Con E de anguila

Me sucede algo muy extraño con la música de Eels, el proyecto de Mark Oliver Everett, mejor conocido con el simplísimo mote de E. Cada vez que escucho un nuevo disco suyo, me suena a cualquiera de los once que hasta ahora ha grabado desde su extraordinario álbum debut Beautiful Freak de 1996. Sus canciones tienen un sello tan particular, tan inconfundible, que todas ellas se remiten a sí mismas y se necesita ser un verdadero seguidor de estas anguilas (que eso significa Eels) para distinguir las diferencias entre el poco más de un centenar de canciones grabadas por este peculiar personaje nacido en Virginia en 1963.
  Lo anterior no significa que estemos ante un músico y compositor repetitivo, no en el sentido negativo de la palabra. Porque en realidad se trata de grandes composiciones, dentro de una relativa sencillez rítmica y armónica, con una enorme capacidad melódica. Las melodías de Eels son siempre memorables, llenas de una nostalgia conmovedora y de una belleza en ocasiones naïve y en ocasiones siniestra.
  Esto queda demostrado de nuevo en The Cautionary Tales of Mark Oliver Everett (E Works/Relativity, 2014), el onceavo y más reciente álbum en estudio de E, una colección de trece temas que mantiene intacto el estilo del autor, aunque esta vez hay una mayor variedad en los arreglos, con una más rica instrumentación. Canciones acústicas, canciones eléctricas, algunas con un simple piano y otras con cuerdas, metales y coros, con letras que hablan de amor y desamor, de soledad, de muerte, de arrepentimiento, de la familia, de la gris y monótona vida cotidiana, siempre con un travieso (y a veces muy negro) sentido del humor.
  Luego de dieciocho años de trabajos discográficos, Everett ha alcanzado un grado de madurez artística tal que puede darse el lujo de seguir con sus auto referencias, sin que esto se vea mal o resulte aburrido. Es como si con cada disco volviera a despertar a la misma hora, en el mismo lugar, para desarrollar una jornada distinta, con nuevos matices pero con una misma esencia, la que hace de este músico una singular rara avis.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

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