martes, 26 de agosto de 2014

¿Smokey Robinson para principiantes?

Ojalá se tratara de eso, de una buena introducción a la espléndida música de este legendario músico de soul, quien a sus setenta y cuatro años sigue activo. No es el caso de este disco.
  Randy Jackson, célebre a nivel mediático por ser uno de los jueces de American Idol, decidió producir este Smokey & Friends (Verve, 2014), una colección de las más famosas composiciones del –en teoría– homenajeado, acompañado por una buena cantidad de luminarias de la música, desde Elton John y James Taylor, hasta John Legend y Cee Lo Green.
  El problema aquí no son las canciones o los invitados, el problema es… Randy Jackson. Quizá con la idea de hacer más “accesible” y más “actualizada” la música de Robinson, el productor se dio a la tarea de arreglar –es un decir– los temas de la manera más edulcorada y comercial posible, para darles un toque de empalagoso sonido adulto contemporáneo (el término es horrendo, lo sé) que mató mucho de su esencia y frescura.
  Mire usted que para darle en la madre a piezas tan esplendorosas como “The Tracks of My Tears”, “My Girl”, “The Way You Do (The Things You Do)” o “The Tears of a Clown” se necesita de fuertes amígdalas y de mucha desvergüenza.
  El ejemplo más claro de este despropósito lo tenemos en el segundo corte, el clásico “You Really Got a Hold on Me”, para el que fue invitado el inefable Steven Tyler, quien si con Aerosmith hizo cosas admirables, hoy parece una caricatura de sí mismo y lo demuestra al destruir vocalmente esta canción, en especial con los grititos y aullidos que le permitieron soltar al final de la misma y que la convierte en un caso de absoluta pena ajena (para no mencionar el horror que hicieron con “Get Ready” en la pasteurizada voz de Gary Barlow).
  Por cierto, al buen Smokey se le escucha en primer plano en muy escasos momentos. Tal vez la edad no le permita ya lucir su otrora maravilloso timbre, lo cual resulta perfectamente comprensible…, aunque hace incomprensible la existencia de este lastimero Smokey & Friends que sólo se medio salva por la versión que hace James Taylor a “Ain’t That Peculiar”.
  Mejor acudir a las grabaciones originales.

(Publicado hoy en Milenio Diario)

viernes, 22 de agosto de 2014

Las fundaciones de Pallbearer

El rock, en cualquiera de sus géneros, ya no puede inventar el hilo negro y el metal –o, en este caso específico, el doom metal– no es la excepción. Escuchar a una banda, por muy nueva que sea, siempre nos remitirá a sus influencias. En el caso de Pallbearer, el cuarteto fundado en Little Rock, Arkansas, en 2008, lo mismo hay trazos de Black Sabbath y de las diversas agrupaciones por las que ha navegado Ozzy Osbourne, que de Alice in Chains (muy especialmente en las armonías vocales). Esto no quiere decir, sin embargo, que se trate de algo cuestionable. Dime cómo absorbes y digieres tus influencias y te diré quién eres y de Pallbearer y su flamante Foundations of Burden (Profound Lore, 2014) se puede decir que se trata de una excelente propuesta de doom, con un sonido impecable dentro de su oscuridad, brillante dentro de su espesura, excelso dentro de su lento y acompasado poderío.
  Con un solo álbum como antecedente, el impresionante aunque un tanto áspero Sorrow and Extincion (2012), el grupo encabezado por el guitarrista y cantante Brett Campbell confecciona una música de aires cuasi sinfónicos, en la cual edifica enormes y gruesas paredes de sonido que no dejan resquicio alguno. Eso lo escuchamos claramente en temas como “Foundations”, "Watcher in the Dark” o “The Ghost I Used to Be”, en los que la densidad armónica es apuntalada por el seco resonar de la sección rítmica, lo que conforma un marco espléndido para las vocalizaciones de Campbell.
  Con Devin Holt en la segunda guitarra, Joseph D. Rowland en bajo y teclados y Mark Lierly en la batería (este último de nuevo ingreso en la banda), Pallbearer consigue transportarnos a negras atmósferas y tétricos paisajes en los que, no obstante, siempre brilla una pequeña luz. Cada composición es un viaje que casi siempre supera los diez minutos de duración y logra meternos en un entorno hipnotizante que, lejos de enajenarnos de la realidad, nos hace vislumbrarla de distinta manera.
  Así, cortes como el abridor y enjundioso “Worlds Apart” o el esplendoroso y casi progresivo “Ashes” (único tema corto del disco, con sus apenas poco más de tres minutos de duración) llevan una carga de, digamos, esperanza, a pesar de la obsesión que la banda parece tener por cuestiones como el dolor y la mortalidad, mientras que un track como “Vanished” posee ominosos aires proto gregorianos y medievales en esa su larga travesía de más de once minutos que nos conduce al final del disco.
   Foundations of Burden (grabado en Portland, Oregon, y producido por Billy Anderson, quien ha trabajado con The Melvins, Mr. Bungle y Jawbreaker, entre otros) es uno de esos discos de metal ideales para quienes no gustan tanto de este género. Su tranquilo navegar, a pesar de lo tenebrosos que puedan ser los mares por los que pasa, y la belleza siniestra de su música (vocalmente, por ejemplo, no hay espasmos guturales y rítmicamente no existen momentos para headbangers aferrados), lo hacen ideal para oídos menos entrenados o no tan dispuestos a enfrascarse con propuestas más abigarradas. Con todo, es doom metal, en su más alta, majestuosa y artística expresión.

(Publicado este mes en las sección de discos del sitio de la revista Marvin)

martes, 19 de agosto de 2014

Sinéad O’Connor en plan de jefa

¿Qué significa que la canción abridora del disco de un músico lleve como nombre el título de su álbum anterior? Significa, sobre todo, continuidad. Continuidad y reafirmación de una idea.
  Es el caso de Sinéad O’Connor y su nueva propuesta discográfica, misma que abre con una pieza llamada “How About I Be Me”, homónima de su trabajo inmediatamente pasado, el How About I Be Me (And You Be You)? de 2012.
  I’m Not Bossy, I’m the Boss (Nettwerk. 2014) se llama el flamante larga duración de la controvertida irlandesa, especialista en hacer grandes canciones y en ser el centro de cuanto huracán le es posible convocar (basta con recordar la ocasión en que rompió una fotografía del Papa Juan Pablo II frente a las cámaras de Saturday Night Live y todo lo que provocó con ello). “No soy mandona, soy la que manda” podría ser la traducción más o menos libre del nombre del nuevo disco, mismo que está dedicado… “a mí misma”.
  ¿Nos encontramos entonces frente a una obra megalomaniaca, ante un tributo a la egolatría de una cantante y compositora delirante? Pues no. En realidad se trata de uno de los álbumes más destacados de O’Connor, uno que, al igual que su ya mencionado antecesor, retoma la calidad de lo mejor de su discografía (The Lion and the Cobra de 1987, I Do Not Want What I Haven’t Got de 1990, Universal Mother de 1994), pero esta vez con un aire de música negra que se refleja en algunas de sus composiciones, ya sea las estupendamente blueseras “Kisses Like Mine” y “The Voice of My Doctor” (esta última con una urgencia que recuerda a PJ Harvey), las delicadamente souleras “Dense Water Deeper Down” y “How About I Be Me” o la muy gospeliana “Take Me To Church”.
  Estamos ante un disco tan poderoso e intenso como la propia Sinéad, con composiciones desgarradas como “Harbour”, intimistas como “Streetcars”, sensuales como “The Vishnu Room”, curiosas como “James Brown” o “8 Good Reasons” (dedicada, por extraño que parezca, a la popera Miley Cyrus) y exultantes como “Where Have You Been?”.
  I’m Not Bossy, I’m the Boss es un gran álbum. Sinéad O’Connor se encuentra en plena forma.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

sábado, 16 de agosto de 2014

Dave Mason y el secreto para sentirse bien

Para Ciro Gómez Leyva y Adolfo Cantú.

Pocas cosas tan difíciles como tratar de vivir al lado de un niño prodigio. Bastaría con preguntárselo a Antonio Salieri. Tal vez esa criatura prodigiosa no se apellide Mozart sino Winwood, pero ello bastaría para arruinarle la vida a cualquiera que quisiese crecer con semejante losa encima.
  Tal fue el caso de Dave Mason, talentoso compositor, guitarrista y cantante, quien tuvo la gracia o la desgracia de ser el cofundador de una de las bandas más finas de la historia, al lado de un genio de la música popular del siglo pasado, un monstruo de voz aguda, carácter dispar y creatividad sin límites que responde al nombre de Steve Winwood. Junto con Jim Capaldi y Chris Wood dieron a luz a Traffic, pero Mason nunca pudo sobrellevar la sombra del caudillo y apenas participó en un par de álbumes antes de abandonar el barco.

Querido señor anti fantasía
Nacido en Worcester, Inglaterra, el 10 de mayo de 1946, Dave Thomas Mason fue pieza clave en la grabación de uno de los más grandes discos debut que registran los anales del rock, el esplendoroso Mr. Fantasy (1967), en el cual contribuyó con tres canciones de su autoría. Fue sin embargo en el segundo álbum del grupo, el extraordinario y homónimo Traffic (1968), en el que registró cinco temas espléndidos, entre ellos joyas como “You Can All Join In”, “Don’t Be Sad” y, sobre todo, “Feelin’ Alright” que se convirtió en un clásico instantáneo.
  Por desgracia, hasta ahí llegó la colaboración con Winwood. La lucha de egos resultaba demasiado desigual. Mason sabía que en Traffic siempre sería un segundón y prefirió dejarle ese papel a Capaldi y emprender no la graciosa huida, sino el camino hacia la independencia (aunque en 1969 todavía apareció un tercer disco, Last Exit, con grabaciones que habían quedado fuera de los dos platos anteriores y en el que venía la bella “Just for You” del propio Mason).

Una oscuridad inmerecida
En un principio, separarse de Traffic pareció una decisión impecable que situaría al buen Dave en el lugar que merecía. Sus participaciones en discos de Jimi Hendrix, los Rolling Stones, Delaney and Bonnie, Cass Elliot, George Harrison y Eric Clapton, más la grabación de su primer álbum como solista, el precioso Alone Together (1970), así lo indicaban. Todavía vino una de sus obras menos valoradas y sin embargo de gran calidad artística: el larga duración Headkeeper (1972). No obstante, a partir de ahí su estrella empezó a desvanecerse, mientras que la de su némesis, Steve Winwood, brillaba cada vez más, ya fuese con Traffic o en plan de solista.
  A lo largo de más de treinta años, Dave Mason siguió grabando y actuando, pero en una oscuridad inmerecida de la que nunca logró escapar. Todos seguimos recordándolo por su paso por Traffic y por “Feelin’ Alright”, esa canción con tantas versiones de tantos músicos (Joe Cocker, Grand Funk Railroad, Mongo Santamaría, Three Dog Night et al). Hoy, a sus sesenta y siete primaveras, permanece en activo, al igual que Winwood, dos años menor que él. Me pregunto si algún día podrían reunirse y tocar juntos. Creo que, al final, ambos se sentirían bien.

(Publicado en la revista Mosca No. 7, febrero de 2014)

martes, 12 de agosto de 2014

Esa delicia llamada Jenny Lewis

Después de dos álbumes tan buenos como Rabbit Fur Coat (2006) y Acid Tongue (2008), la ex líder del grupo Rilo Kiley (con el que grabó cuatro discos entre 2001 y 2008) reaparece con The Voyager (Warner Bros, 2014), su tercer opus como solista, un trabajo que no desmerece en absoluto dentro de su propuesta de grato rock pop alternativo. Con un sonido que lo mismo recuerda al armónico estilo del Fleetwood Mac de Christine McVie y Stevie Nicks (como en la inicial “Head Underwater” y la ligeramente áspera “You Can’t Outrun ‘Em”, ambas producidas por Johnathan Rice) que a las baladas de Joan Jett (como en la sensacional “Just One of the Guys”, canción producida por Beck y en cuyo divertido video, dirigido por la propia Lewis, aparecen las actrices Anne Hathaway, Kristen Stewart y Brie Larson), The Voyager es un disco delicioso de principio a fin, sin mayores pretensiones que las de hacernos disfrutar de una colección de canciones amables y sencillas, mas no por ello vacías o intrascendentes.
  Al contrario: la también actriz es una de las compositoras e intérpretes más importantes de los últimos años, a pesar de que siempre se ha mantenido dentro del circuito de eso que hoy se conoce como indie y ello le ha permitido mantener su libertad creativa y su frescura autoral.
  La belleza de este álbum brilla no sólo en las canciones mencionadas, sino en piezas como las preciosas baladas “Slippery Slopes” y “Late Bloomer” (esta última recuerda mucho a She & Him, el proyecto de otra actriz, Zooey Deschanel, al lado del cantautor de alt folk M.Ward).
   Además de Beck y Rice, participa como productor Ryan Adams, cuyo toque rockfolclorero se nota en temas tan finos como “She’s Not Me”, “The New You”, “Aloha & the Three Johns”, “Love U Forever” y el corte que da nombre al plato: “The Voyager”.
  Jenny Lewis ha hecho la que quizá sea su obra más ligera y accesible, incluso más comercial, pero como ya vimos eso no es ni por asomo una desventaja o un punto en su contra. Sólo se trata de un disco que flota –pongámonos un poco cursis– como una hoja en el viento.

(Publicado en Milenio Diario).

martes, 5 de agosto de 2014

Tom Petty, ese rompecorazones

La ventaja de ser un músico veterano es que las cosas se hacen menos por buscar la fama y el éxito que por el mero placer de hacerlas. Eso denota la escucha del más reciente larga duración de Tom Petty and the Heartbreakers, añeja agrupación fundada a mediados de la década de los setenta y que regresa a los terrenos discográficos cuatro años después de su anterior álbum, el estupendo y bluesero Mojo de 2010. Porque se trata de puro placer y puro gozo, de música que se disfruta por el simple hecho de que quienes la ejecutan lo hacen con ese mismo disfrute que brota de las once canciones que conforman a Hypnotic Eye (Warner Bros, 2014).
  Desde la primera pieza, la contundente y rocanrolera “American Dream Plan B”, descubrimos que se trata de una obra singular, con una fuerza inusual en esta época en la que el rock ha perdido mucho de su poderío primitivo. Pero esta fuerza se combina con diferentes toques de sutileza y elegancia que la enriquecen y hacen del disco un trabajo mayúsculo, cosa que se va confirmando conforme van pasando los diferentes temas, como el intenso y rítmico “Fault Line”(con esos guitarreos a la zydeco), el a la vez seco y florido “Red River” (estrofas rasposas contra coros armoniosos en una combinación dialéctica perfecta), el delicioso y acompasado “Full Grown Boy” (con su swing suavemente jazzeado), el urgente y desesperado “All You Can Carry” (instrumentación llena de angst contra una voz que la suaviza), el bluesero y oscuro “Power Drunk” (con esa guitarra a la BB King que recuerda a su ochentera “Into the Night”) o el retumbante y vibrante “Forgotten Man” (con sus reminiscencias de Bo Diddley).
  El resto del álbum es igualmente emocionante y cortes como “Sins of My Youth”, “U Get Me High”, “Burnt Out Town” y la sensacional y concluyente “Shadow People” mantienen la altísima calidad del mismo.
  Desnudo y complejo a la vez, Hypnotic Eye es un disco trascendente y junto con el Lazaretto de Jack White, uno de los platos más genuinamente rocanroleros en lo que va del año.

(Publicado hoy en Milenio Diario).