domingo, 27 de diciembre de 2015

Los doce mejores discos de 2015 (1)


Deradoorian
The Expanding Flower Planet
Anticon 

La talentosa y singular Angel Deradoorian abandonó a los Dirty Projectors para realizar esta joya al lado de su hermana Arlene. Composiciones a la vez sólidas y etéreas, rítmicas y melódicas, enraizadas en una world music minimalista, con preciosas armonías vocales. Un disco sin aspavientos, de esos que prácticamente todos los listados de este año ignoraron, pero que posee un enorme encanto, un gran valor artístico y una belleza sin par.

sábado, 26 de diciembre de 2015

Los doce mejores discos de 2016 (2)

Will Butler
Policy
Merge 

Miembro fundador de Arcade Fire y hermano del líder del grupo, Win Butler, Will lanzó éste, su primer disco como solista, que remite, sí, a Arcade Fire, pero también a los Talking Heads, The Cars, los Strokes, Devo y varios otros, aunque con un sello muy particular. Un trabajo variadísimo, muy interesante y en varios momentos entusiasmante.

viernes, 25 de diciembre de 2015

Los doce mejores discos de 2015 (3)

Sufjan Stevens
Carrie & Lowell
Asthmatic Kitty 

Stevens suele hacer discos muy personales, pero éste es sin la menor duda el más personal, el más íntimo, el más sentido y sensible de todos, pues rinde contradictorio homenaje a Carrie, su madre recién fallecida y con quien no llevó una relación precisamente ejemplar, y a Lowell, su padrastro. Música austera y de enorme delicadeza, con un alto grado de ternura visceral. Una obra a la vez agridulce y elegante.

jueves, 24 de diciembre de 2015

Los doce mejores discos de 2015 (4)

Björk
Vulnicura 
Onle Little Indian 

A la islandesa le da muy seguido por hacer discos tristes y depresivos. Este no sólo es triste y depresivo, sino que alcanza los terrenos de la devastación emocional. Para masoquistas irredentos, pero con la calidad de Björk.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Los doce mejores discos de 2015 (5)

Keith Richards
Crosseyed Heart 
Mindless Records

El gran jefe Stone regresó al terreno de los álbumes solistas con esta maravilla llena de blues, de soul, de reggae y demás sonidos negros. Nada nuevo bajo el sol, pero Richards no lo necesita: con su alma rocanrolera a toda prueba la basta y sobra. Para nostálgicos de vanguardia.

martes, 22 de diciembre de 2015

Los doce mejores discos de 2015 (6)


Kurt Vile
B’lieve I’m Goin Down 
Matador 

Rock folk áspero y grasoso el de este nativo de Filadelfia y ex integrante de The War on Drugs, con grandes canciones y arreglos que incluyen guitarras, banjos y secas percusiones. Un trabajo impecable en la mejor tradición poética y trovadoresca de Bob Dylan y Neil Young, aunque con un sonido propio y, digamos, más alternativo.

lunes, 21 de diciembre de 2015

Los doce mejores discos de 2015 (7)


Joanna Newsom
Divers 
Drag City 

Con la influencia innegable de Kate Bush, aunque quizá más góticamente romántica y victoriana que ésta, Newsom ya ha dado muestras de su alta calidad como compositora y ejecutante de canciones etéreas y de hipnótica magia, tal como lo corrobora en este su tercer y enigmático álbum.

domingo, 20 de diciembre de 2015

Los doce mejores discos de 2015 (8)


Courtney Barnett 
Sometimes I Sit And Think, And Sometimes I Just Sit 
Mom + Pop Music

Esta joven australiana hace un rock simple, duro y fresco en la mejor tradición de Patti Smith y Liz Phair. Guitarrista y cantante, su trío es tan sólido y rocanrolero como debe ser. Estupendo disco. Otra de las buenas sorpresas de un año que no fue tan pródigo a la hora de sorprendernos.

sábado, 19 de diciembre de 2015

Los doce mejores discos de 2015 (9)


Matthew E. White
Fresh Blood 
Domino

Todo un descubrimiento. Con una amplia gama de géneros que van del rock folk al reggae y del indie pop al soul a la Stax Records, White es una presencia llena de frescura dentro de una industria cada vez más artificiosa y mecanizada. Un disco lleno de espontaneidad y autenticidad el de este virginiano barbón y treintañero.

viernes, 18 de diciembre de 2015

Los doce mejores discos de 2015 (10)


Father John Misty
I Love You, Honeybear 
Sub Pop

El segundo disco del músico y compositor Josh Tillman, ex baterista de Fleet Foxes, ha sido mejor recibido que su anterior Fear Fun de 2012 (que yo prefiero), quizá porque I Love You Honey Bear es un plato más accesible y radiable. Como sea, estamos ante una obra de gran finura, dulce, irónica y más que disfrutable.

jueves, 17 de diciembre de 2015

Los doce mejores discos de 2015 (11)


Paul Weller
Saturn’s Pattern 
Atlantic 

Este disco es la prueba más fehaciente no sólo del talento del antiguo líder de The Jam, sino de su sabiduría para mantenerse actual y no sonar nostálgico. Un trabajo realmente estupendo el de este veterano de los años setenta, una obra llena de buen rock.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Los doce mejores discos de 2015 (12)


Blur
The Magic Whip 
Parlophone

Lejos está de ser el mejor trabajo discográfico del cuarteto de Colchester, Inglaterra, pero Blur es Blur y esta excelente colección de canciones en momentos recuerda a lo más destacado de su producción britpopera. Un álbum relajado, simpático y muy grato.

martes, 15 de diciembre de 2015

Deradoorian, ¿el disco del año?


Aunque 2015 no ha sido un año pródigo en grandes discos (y cuando digo grandes discos, me refiero a álbumes en verdad memorables y con etiqueta futura de clásicos), sí ha habido al menos una veintena de obras discográficas estupendas y quizá la mejor de todas sea el trabajo debut de Angel Deradoorian, hasta ahora conocida sobre todo por sus colaboraciones con Avey Tare’s Slasher Flicks y, sobre todo, con ese extraordinario proyecto que es Dirty Projectors.
  The Expanding Flower Planet (Anticon, 2015) es un disco de una enorme belleza musical y poética. Un plato exquisito de canciones etéreas y minimalistas, con aires exóticos e hipnóticos en los que Angel Deradoorian (a cargo de todos los instrumentos, incluida su magnífica y peculiar voz) y su hermana mayor Arlene (quien se encarga de las segundas voces y de algunas percusiones) se solazan con un placer artístico que consiguen trasmitir al escucha de una manera fascinante.
  Aunque la influencia de David Longstreth, líder de los Dirty Projectors, es innegable en las composiciones de Angel Deradoorian, ésta posee asimismo sus propias variantes que hacen de su música algo menos intrincado que las complicadas (aunque extraordinarias) maneras armónicas y rítmicas de aquel. Deradoorian apuesta por una música más accesible y minimal, con ecos de la world music, sobre todo africana y asiática. Las percusiones juegan un papel muy importante en las piezas que conforman The Expandig Flower Planet y lo mismo hacen los extraordinarios juegos de voces de las dos talentosas hermanas.
  Si bien no es un disco que mantenga un mismo nivel de calidad en todos los cortes, hay algunos verdaderamente fantásticos como “Beautiful Woman”, “Violet Minded”, “Komodo”, “The Eye” y la homónima “Expanding Flower Power”.
  ¿El mejor disco del año? Es difícil afirmarlo, pero me arriesgo a que algunos lectores me crucifiquen y digo que sí. Al menos para la subjetividad de este columnista. Una obra fresca, arriesgada, innovadora, inteligente, hermosa y con un inquietante halo de misterio. Los invito a escucharla y dar su propio veredicto.

(Publicado en Milenio Diario)

lunes, 14 de diciembre de 2015

"Cheap Thrills" de Janis Joplin (con Big Brother & The Holding Company)


¿Emociones baratas? Si algo tiene este disco debut de Janis Joplin es un caudal de emociones, pero en absoluto son baratas.
  Cheap Thrills (Columbia Records) es uno de los álbumes clásicos de 1968, un año históricamente controvertido y clave para el desarrollo del rock. Janis se había hecho de una súbita fama a raíz de su participación, al lado de la banda de San Francisco Big Brother & The Holding Company, en el Festival Monterey Pop de junio de 1967. Desde entonces, la expectación por escuchar a la peculiar intérprete texana se volvió creciente. Ciertamente, la banda y la cantante habían grabado un disco para el sello independiente Mainstream, pero la distribución había sido pésima y parecía obligado que firmaran para una disquera importante.

Pedazo de mi corazón
Fue Columbia la compañía que tuvo el ojo para contratarlos y de ese modo grabaron Cheap Thrills, el cual apareció en agosto de 1968. El acetato causó sensación y tuvo una aceptación inmediata, lo que se reflejó en sus grandes ventas. Un corte del mismo, "Piece of My Heart", llegó a lo alto de las listas de popularidad y reveló al mundo la extraordinaria voz de timbre rasposo y desesperado sentimiento de Janis Joplin, a quien por ello muchos creyeron una cantante negra. Sin embargo, el estilo de Janis era aún más duro y emocional que el de la mayoría de las vocalistas de color, quienes -con algunas excepciones- por esas épocas tendían más a los convencionalismos de la música pop.
  "Piece of My Heart" era un cover de una canción de Erma Franklyn (hermana de la gran Aretha), pero en la voz de Joplin alcanzó niveles de excelsitud, al igual que otras dos versiones de temas conocidos como "Summertime" de George Gershwin -con un arreglo de guitarras de Sam Andrews y James Gurley el cual ha trascendido a lo largo de las décadas- y "Ball and Chain" de Big Mama Thornton.
  Cheap Thrills es ante todo un disco de blues, pero también es un disco de rock y un disco emblemático de la psicodelia, a pesar de no ser en sentido estricto un disco psicodélico. Esta aparente contradicción se explica por el espíritu de la obra, reflejo de una época en la cual existía una apertura total y en la que todo estaba permitido, una época de experimentación y muy escasos prejuicios. Y ese espíritu se palpa a lo largo de los escasos siete cortes que lo componen. Desde la explosión inicial de "Combination of the Two", pasando por ese blues magnífico que es "I Need  Man to Love", las mencionadas maravillas que son "Summertime" y "Piece of My Heart" (con lo que se completa el lado A del vinil), "Turtle Blues" -escrito por Janis Joplin e interpretado con todas las marcas de sus raíces texanas-, la ácida "Oh Sweet Mary" -el más evidente coqueteo del disco con la psicodelia- y la estremecedora "Ball and Chain", otra de las cumbres interpretativas joplinianas.

El gran hermano
Mucho se ha hablado acerca de la superioridad de Janis Joplin con respecto a los grupos que llegaron a acompañarla en sus diferentes discos. Tal vez resulte cierto en los casos de Kosmic Blues y Pearl (grandes obras también, a pesar de todo). No obstante, me parece justo reconsiderar el nivel musical de Big Brother & The Holding Company. En especial de los guitarristas Andrew y Gurley, el primero poseedor de un estilo fino, exquisito, y el segundo dueño de una contrastante fuerza, de un ruidoso ímpetu. La combinación de los dos (valga la alusiva expresión) encajaba a la perfección con los matices vocales de Janis, produciendo algo por completo nuevo y fascinante.
  Janis Joplin se separó de Big Brother poco después de aparecer el disco, pero ni ella ni la banda lograron jamás superar lo que hicieron en Cheap Thrills. Es verdad que Janis grabó temas fuera de serie en sus discos posteriores, pero como unidad, como medio de expresión, como evidencia del alma atormentada de la cantante, este álbum es sin duda alguna una obra maestra.

(Publicado originalmente en La Mosca en la Pared No. 50)

sábado, 12 de diciembre de 2015

Strange Days


Hermano casi gemelo de su antecesor (ambos aparecieron el mismo año, con escasos meses de diferencia), Strange Days (Elektra, 1967) es en realidad una continuación de The Doors, ya que la mayor parte de los temas de este segundo disco doorsiano fueron escritas en la misma época que las del primero. Pero no se trata de material de relleno, de ninguna manera. De hecho, hay quienes prefieren Strange Days, al considerarlo un álbum más completo. Como sea, también estamos frente a una obra que presenta diferencias, la más sustancial de todas que no es un trabajo conceptual y que resulta más bien una simple colección de canciones, de excelentes canciones. Es también un disco menos compacto, menos sólido y en momentos hasta demasiado ambicioso. No obstante, contiene composiciones esplendorosas, todas de Morrison, Manzarek, Krieger y Densmore (no hay aquí un solo cover).
  Strange Days abre de manera rotunda con el corte que le da nombre, una pieza de escasos tres minutos cuya calidad está a la altura de lo mejor del cuarteto. La sigue la bella “You’re Lost Little Girl”, melodía llena de misterio y encanto, con un pequeñísimo pero magnífico solo de guitarra slide. La muy conocida “Love Me Two Times” ocupa el tercer lugar del Lado A. Con su archifamoso riff, se trata de un tema que algunos consideran incluso tonto, pero que incrementó la popularidad de los Doors más allá de la que habían alcanzado con “Light My Fire”. Con “Unhappy Girl” y “Horse Latitudes” aparece la parte más débil del álbum, pues mientras la primera es una cancioncita sin mayor trascendencia, la segunda es una experimentación llena de pretensiones melodramáticas. Por suerte, entre las dos apenas suman un poco más de tres minutos y medio. Viene entonces una de las grandes canciones del repertorio del grupo: la maravillosa y sensual “Moonlight Drive”, tema de leyenda en cuya parte culminante Morrison canta: “Es fácil amarte/ mientras miro como te deslizas/ Estamos cayendo a través de bosques húmedos/ en nuestro paseo a la luz de la luna”. El piano, la guitarra, la batería, todo es aquí instrumentalmente portentoso.
  El lado B del disco LP original contiene cuatro cortes magníficos, en especial el inicial y el final. “People Are Strange” es un monumento musical de apenas dos minutos y doce segundos (¿cómo puede caber tanta belleza en tan breve lapso?), un canto a la soledad y la marginación (“Cuando eres un extraño/ nadie recuerda tu nombre”). Por el contrario, “When the Music’s Over” es un largo y épico tour de force tan largo como lo era “The End” en el álbum anterior y, al igual que en éste, hay aquí un drama, si bien menos explícito y más hermético, con tintes ecologistas, en el cual el grupo (Morrison incluido) puede improvisar a sus anchas. La pieza recorre variados parajes y ambientes, va y viene, sube y baja, para llegar a las frases definitivas: “¡Queremos el mundo y lo queremos ahora!” y “Cuando la música termine/ apaga las luces”. Una obra maestra por sí sola.

(Reseña que escribí originalmente para el "Especial" No. 3 de La Mosca en la Pared, publicado en septiembre de 2003)

viernes, 11 de diciembre de 2015

The Piper at the Gates of Dawn


Se sabe que el título de este, el primer disco de larga duración de Pink Floyd, fue tomado de un capítulo del libro favorito de Syd Barrett cuando era niño: The Wind in the Willows (El viento en los sauces), lo cual explica la gran cantidad de elementos fantasiosos, colores brillantes, apuntes mitológicos y detalles infantiles, algo así como una mezcla entre J.R.R. Tolkien y Walt Disney, pero todo ello visto a través de los perceptivos y psicodélicos lentes del LSD.
  Las composiciones de Barrett van de las canciones pop ácidamente lisérgicas a piezas largas en las cuales hay extensas instrumentaciones a manera de metáforas sobre viajes alucinógenos. En el primer caso estarían piezas como “Astronomy Domine” y “Lucifer Sam”, mientras que “Insterstellar Overdrive” entra de lleno en lo que alguna vez se llamó rock-espacial.
  Para el crítico Steve Huey, The Piper at the Gates of Dawn (1967) captura con éxito los dos lados de la experimentación psicodélica: “por un lado, los placeres de la percepción y la expansión mental y por el otro, los desórdenes cerebrales que podían convertir al individuo en lunático”, algo que poco tiempo después le sucedería al propio Barrett, quien debido precisamente a ello hizo con este trabajo su debut y despedida como integrante de Pink Floyd.
  Se trata de uno de los mejores álbumes psicodélicos de la historia del rock y curiosamente fue grabado en los mismos estudios y al mismo tiempo –casi casi puerta de por medio- que el Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band de los Beatles. Dos cumbres de la psicodelia absolutamente diferentes entre sí. Una, la psicodelia ácida; la otra, la psicodelia pop. Usted elija cuál es cuál.

(Reseña que escribí para el especial de La Mosca en la Pared No. 7, dedicado a Pink Floyd y publicado en enero de 2004)

jueves, 10 de diciembre de 2015

The Police


A pesar de su discutible calidad, el rock de los ochenta provoca nostalgia en mucha gente. Aquella música elaborada a base de sintetizadores y cajas de ritmos, aquel modo de vestir tan artificioso y francamente ridículo, aquella actitud de falso glamour andrógino y sensualidad burda y –valga la paradoja– asexuada; todo ello hizo de los ochenta una década que debería ser musicalmente olvidable y que, sin embargo, muchísima gente añora como si se tratara de una era dorada y llena de aportaciones artísticas. The Police fue un grupo contemporáneo del rock pop ochentero. No obstante, aunque pudiera tener algunos puntos de contacto con éste, en realidad fue un proyecto muy diferente que apostó por otra clase de música y otra clase de letras, incluso por otra clase de actitud. Más emparentados con el punk que con el glam, más con el rock de garage que con el rock de sintetizadores, más con el jazz y el reggae que con el pop de peinados estrambóticos y ropajes estridentes, más músicos que payasos, los integrantes de este singular trío apostaron por una propuesta que en el fondo resultó profundamente rocanrolera. De ahí su mérito, de ahí su trascendencia. Los Sex Pistols y The Clash tienen mucho más que ver con The Police que, digamos A Flock of Seagulls, ABC o Wang Chung. Antes de unir voluntades e ideas, Sting, Stewart Copeland y Andy Summers contaban con una sólida formación musical, lo cual trajo consigo una fusión de estilos individuales que se tradujo en un sonido único y característico que trascendió a su época y hoy día es un clásico. Con tan sólo cinco álbumes en estudio, producidos a lo largo del mismo número de años, The Police fue capaz de dejar un legado que a más de veinte años de distancia sigue sonando fresco, espontáneo, emotivo. Sus tres peculiares miembros continuaron con carreras prolijas y afortunadas, pero lo que hicieron juntos durante el lustro que va de 1978 a 1983 queda ahí, para ser escuchado, disfrutado e incluso recreado por las generaciones que les siguieron.

(Prólogo que escribí para el Especial No. 25 de La Mosca en la Pared, publicado en noviembre de 2005, hace diez años).

martes, 8 de diciembre de 2015

Hit emocional


Hablemos hoy de un libro muy fresco y divertido, muy ingenioso y original. Es un libro de música, sobre música y para los amantes de la música. Bueno, más específicamente, para los amantes del rock. Es obra de un español de cuarenta y tres años, catalán para mayores señas, quien lo ideó y lo escribió. Bueno, más específicamente, lo ideó lo escribió y lo dibujó.
  Juanjo Sáez se llama el autor y Hit emocional es el título del libro, editado por Sexto Piso. ¿En qué estriba su originalidad? En la manera cómo Sáez nos habla de sus gustos musicales por medio de cartones ilustrados, en su mayoría publicados originalmente en la célebre revista española Rock de Lux.
  Con desparpajo y buen humor, pero a la vez con un dejo agridulce y melancólico, Hit emocional nos muestra no sólo una gran cantidad de reseñas y opiniones sobre grupos y solistas anglosajones y españoles, sobre todo de ese inasible subgénero al que se ha dado en llamar rock indie, aunque por ahí se cuelan agrupaciones de noise o de metal, sino también pasajes de la vida del buen Juanjo, a quien al final del libro aprendemos incluso a apreciar. Porque a lo largo de este volumen de trescientas páginas el hombre nos habla de su familia, de sus amores, de su adolescencia, de sus viajes, de sus amigos, de su relación con el rock, de sus bandas favoritas, etcétera. Todo con gran amenidad y buen humor, letra manuscrita y unos dibujos que mucho tienen de gracia y simplicidad infantiles.
  El libro puede leerse de corrido o abrirse en cualquier página y siempre se topará uno con cuestiones simpáticas e ilustrativas y hasta con algunas frases memorables: “La música me ayuda a estar algo menos perdido”, “Cuando uno es joven tiene un ímpetu y una energía que luego va perdiendo”, “Las canciones son como cajitas donde guardas los recuerdos y las emociones”, “Hay grupos que al escucharlos por primera vez no entiendes nada, pero que luego te acompañan para siempre”.
  Un libro más que recomendable, incluso un buen regalo para estas fechas navideñas.

(Publicado en Milenio Diario)

miércoles, 2 de diciembre de 2015

El inconmensurable Sticky Fingers


A pesar de su aparente bajo perfil con respecto a sus dos antecesores, a mi modo de ver es este el mejor disco de la gran tetralogía stone y, por ende -para mí-, el mejor álbum en la historia del grupo. Cierto que no contiene piezas tan impresionantes como “Sympathy for the Devil” o “You Can't Always Get What You”, pero posee una mayor uniformidad cualitativa en el nivel de las canciones, todas ellas excelentes.
  Obra marcada por el tema de las drogas –no hay composición que no hable de ellas o al menos haga alguna referencia al respecto-, Sticky Fingers (1971) termina tal como empieza: sin dar tregua, ya sea en los cortes rítmicos o en los más pausados. La intensidad campea de principio a fin y no da pausa alguna. Desde la inicial “Brown Sugar” -con su sonido grasoso y espeso, su riff irresistible y su letra llena de ironía sexista- hasta la concluyente y bellísima “Moonlight Mile” –con su épica elegancia y su misterioso sonido “oriental”-, el disco va por diferentes pasajes que lo mismo recorren la nostalgia folk en la maravillosa “Wild Horses” que la sensualidad desafiante en la candente “Can’t You Hear Me Knocking” (con su cachonda coda instrumental de influencia santanesca), la brutal misoginia en la irresistible “Bitch” que el blues más sentido en la profunda “I Got The Blues”, la terrible historia de adicción en la escalofriante “Sister Morphine” que la casi cándida alegría country en la festiva “Dead Flowers”.
  Con Sticky Fingers, los Rolling Stones alcanzaron su punto más alto. Nunca sonaron tan consistentes, tan sólidos, tan compenetrados.
  Y por si fuera poco, el arte de la funda (debido a Andy Warhol) correspondió a la calidad de la grabación.

martes, 1 de diciembre de 2015

La soledad universal de Jeff Lynne


Tengo una amiga que me visita muy esporádicamente y que, cada vez que lo hace, me dice que mi hogar le produce una gran tranquilidad porque siempre permanece igual, sin cambios en el mobiliario y los decorados, como si estuviera estacionado en el tiempo. La verdad, no sé si tomarlo como un gran halago o una aguda y velada crítica, pero me acordé de ese comentario de mi querida amiga al escuchar Alone in the Universe (Big Trilby Records, 2015), el nuevo disco de Jeff Lynne.
  Porque este flamante álbum suena al Lynne de siempre, al de sus años al frente de Electric Light Orchestra (ELO) y sus trabajos como solista. Es ese mismo sonido tan conocido, con tantas reminiscencias de la música de los Beatles en sus melodías, sus armonías y sus arreglos; es ese mismo estilo que Jeff Lynne ha practicado durante cuatro décadas y que, sí, provoca una gran tranquilidad y nos hace sentir estacionados en el tiempo.
  Hay que advertir que a pesar de ello estamos ante un gran disco. Realmente bueno, firmado por cierto como Jeff Lynne’s ELO (muy posiblemente para diferenciarse del ELO Part II de su ex compañero Bev Bevan, quien suele salir de gira bajo esa denominación para tocar las viejas canciones del grupo, en su mayoría de la autoría de Lynne (algo así como lo que hace el fraudulento Creedence Clearwater Revisited con la música de John Fogerty).
  Alone in the Universe es, pues, una obra de enorme belleza y sensibilidad. Con un rock pop de primerísima línea e instrumentaciones impecables que no rehuyen el uso de la orquesta como tampoco esas guitarras que tanto recuerdan a George Harrison. Con canciones espléndidas como “When I Was a Boy”, “Dirty to the Bone”, “Love and Rain”, “I’m Leaving You” o la homónima y concluyente “Alone in the Universe”, Lynne nos mete de lleno en atmósferas nostálgicas y conmovedoras, evocadoras e irresistibles que también remiten a los Traveling Wilburys y de pronto hasta a la etapa disco de ELO.
  A punto de cumplir 68 años de edad, Jeff Lynne continúa en plenitud de forma artística. Alone in the Universe es la prueba irrefutable de ello.

(Publicado en Milenio Diario)