martes, 29 de abril de 2014

Damon Albarn se queda solo

No deja de ser extraño que una personalidad del rock contemporáneo tan importante como Damon Albarn, con una trayectoria que parte de 1991, cuando apareció el primer disco de Blur (Leisure), agrupación fundadora del llamado brit pop y de la cual ha sido líder indiscutible desde hace más de veinte años, no deja de ser extraño, decía, que hasta ahora no hubiera realizado un solo disco como solista.
  Porque no sólo se trata de Blur y sus siete álbumes en estudio. Albarn también es alma y cerebro detrás de propuestas como Gorillaz, The Good, the Bad & the Queen y Rockey Juice and the Moon, aparte de haber trabajado en multitud de proyectos que abarcan desde la música del mundo hasta la ópera y desde el hip-hop hasta la composición de bandas sonoras para cine y teatro, además de su labor como productor con discos tan asombrosos como The Bravest Man in the Universe, del legendario cantante de soul Bobby Womack (2012).
  Es hasta ahora, veintitrés años después de su ingreso al mundo discográfico, que el autor de “Beetlebum” y “Parklife” lanza Everyday Robots, su álbum debut, un trabajo introspectivo, oscuro, calmo, pero lleno de una cálida nostalgia y una profunda crítica existencial. Con la ayuda de Richard Russell, director de XL Records (con quien co-produjo el plato de Womack), Damon Albarn se ha atrevido a ser el centro de un larga duración –aunque cuenta con invitados del calibre de Brian Eno y Natasha Khan (de Bat for Lashes)– y a que junto al título del mismo aparezca su nombre en solitario.
  Everyday Robots aparecerá hoy, 29 de abril, pero he tenido el privilegio de escucharlo y puedo decir que es una obra estupenda, con todo el sello de Albarn y sus experimentaciones en estudio con instrumentos análogos y electrónicos. Sin embargo, lo verdaderamente importante del álbum es su espesa sustancia, su honda esencia, su sentido profundamente humano. Es como si al hacer un disco solo, el músico hubiese querido reflejar su propia soledad por medio de composiciones austeras y melancólicas.
  Estamos ante un disco trascendente, de esos que merecen muchas y muy atentas escuchas. Una obra maestra.

(Publicado hoy en  Milenio Diario)

martes, 22 de abril de 2014

Iraida: hija de la luna

Desde hace algunos años, una de las voces femeninas más importantes, bellas y expresivas del panorama musical mexicano es la de Iraida Noriega, quien ha dado al jazz nacional y a otros géneros y subgéneros afines un toque sutil y sensual, apasionado y poderoso. Es la suya una voz muy personal y singular que debería ser conocida más allá del circuito de los enterados y llegar a ámbitos mucho más amplios y populares. Su labor lo merece tanto como su calidad artística y su lucha constante -ya sea como intérprete, promotora o docente- por la buena música.
  Iraida regresa al terreno discográfico con un disco extraordinario. Nueva estación es su título y no existe en presentación física, debido a problemas con las empresas gestoras de derechos de autor, por lo que se puede descargar de manera gratuita en la dirección http://www.iraidanoriega.com/nuevaestacion
de la red. Esto es una maravilla, pues representa la oportunidad para que miles de personas que no han escuchado a la cantante lo hagan por primera vez y se deleiten con sus versiones jazzísticas a diversas canciones de la década de los ochenta, con temas que van desde “Hijo de la luna” y “Me cuesta tanto olvidarte” de Mecano, hasta “Sweet Dreams” y “Here Comes the Rain Again” de los Eurythmics, “Sorry Seems to Be the Hardest Word” de Elton John y “One Time” de King Crimson, entre otras.
  El grupo que la acompaña (el trío de Israel Cupich) es en verdad fenomenal y los solos de piano (que de pronto remiten al estilo de Bill Evans y de pronto al de Michel Camilo) son una delicia, como es una delicia la manera de cantar de Iraida, con ese feelin’ que tanto se echa de menos en otras intérpretes con mayor fama. Las variaciones vocales, los fraseos, el color, la intensidad, la profundidad, las improvisaciones, esa gama de recursos que posee Iraida Noriega y que sabe emplear con tanto gusto y sabiduría está presente en este disco que no existe físicamente, pero sí en el espacio virtual, para beneplácito de los amantes de la música más exquisita y gozosa.
  ¿Qué espera usted para descargarlo?

(Publicado hoy en Milenio Diario)

martes, 8 de abril de 2014

Chavitos rocanroleros

Hay quienes piensan que las nuevas generaciones y sobre todo las más jóvenes están condenadas a adoptar los gustos que les imponen las grandes corporaciones y esto incluye desde la alimentación y la forma de vestir hasta el modo de entretenerse y de escuchar música. Hay mucho de cierto en esto, aunque no se trata de algo nuevo: generaciones anteriores han sufrido lo mismo. Pero sí, quienes en este momento tienen entre trece y veintitantos años se muestran muy proclives a ser manipulados y enajenados, a consumir lo que se les dicta desde las oficinas de las grandes empresas del espectáculo.
  ¿Cómo se refleja esto en los jóvenes mexicanos, en especial los que se hacen llamar roqueros? Las dos más recientes ediciones del festival Vive Latino  demuestran ese manipulación y esa enajenación, por la forma tan pasiva y hasta gustosa como el público joven y no tan joven recibió a expresiones tan alejadas del rock como la cumbia y la música norteña (muy respetables como géneros, eso sí). Las triunfales actuaciones de Los Ángeles Azules, Calle 13, Pablito Mix y Los Tigres del Norte hacen pensar que, como diría Hamlet,  algo está podrido en Dinamarca.
  Por fortuna, hay jóvenes en el mundo –y quiero pensar que en México también– que gustan del rock más esencial y no lo dejan morir, aunque para algunos hoy eso resulte “anticuado”. Un gran ejemplo de ello es el grupo irlandés The Strypes, conformado por cuatro adolescentes cuyas edades fluctúan entre los dieciséis y los diecisiete años y cuyo estilo hace recordar de inmediato lo mismo a Dr. Feelgood y The Sex Pistols que a Chuck Berry, The Sonics y los mismísimos Yardbirds.
  Originarios de The Cavan, Irlanda,  Ross Farrely (voz y armónica), Josh McClorey (guitarra extraordinaire), Evan Walsh (batería) y Pete Ohanton (bajo)  hacen un rock directo, enérgico, entusiasta y de muy alta calidad y tienen entre sus fans confesos a músicos como Jeff Beck, Roger Daltrey, Elton John, Noel Gallagher y Dave Grohl, quienes no han dudado en darles la bendición.
  Su disco debut Snapshot (Virgin EMI, 2013) es una maravilla absolutamente rocanrolera, con todo el espíritu del género. No se lo pierda usted.

(Publicado hoy en Milenio Diario)

miércoles, 2 de abril de 2014

Un hombre llamado Cobain

Dentro del mundo del rock, mucho se habla del famoso Club de los 27, es decir, ese tétrico agrupamiento de grandes figuras del género que fallecieron a los veintisiete años de edad. Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Brian Jones, Alan Wilson y hasta el bluesero de los años treinta Robert Johnson forman parte de ese club de tan dudosa reputación, uno de cuyos miembros más relativamente recientes mas no por ello menos conspicuos es Kurt Cobain, líder del grupo Nirvana y quien se pegara un tiro de escopeta el 5 de abril de 1994, hace ya veinte años.
  Cobain había sido figura central dentro del llamado movimiento grunge que se dio sobre todo en la ciudad de Seattle, Washington (cuna, por cierto, del propio Hendrix), en la costa noroeste de los Estados Unidos. Su personalidad al mismo tiempo carismática e introspectiva, agresiva y tímida, afable y huraña, se combinaba de manera peculiar con su enorme talento  musical como guitarrista y cantante, pero sobre todo como compositor.
  Fue la suya una vida trágica. Nacido en Aberdeen, en el mismo estado de Washington, el 20 de febrero de 1967, Kurt Donald Cobain creció en un medio hostil, en el seno de una familia al mismo tiempo cristiana y disfuncional, ya que sus padres se divorciaron cuando él tenía escasos nueve años y siempre añoró el tener una vida familiar más convencional y estable. A pesar de ser rubio y de ojos azules (el paradigma del estadounidense exitoso), fue un niño y un adolescente lleno de miedos e inseguridades. Su refugio desde muy temprana edad fue la música y muy especialmente el rock. Sus primeros héroes fueron los Beatles (a los cuatro años solía cantar una y otra vez “Hey Jude”) y más tarde empezó a inclinarse por grupos como los Ramones. Abrazo al punk más agresivo, al metal clásico y al noise.
  Aunque sus pasos iniciales en la música profesional los dio como roadie de algunas agrupaciones ochenteras de Seattle, pronto empezó a componer sus primeras canciones y junto con su gran amigo Krist Novoselic, decidió formar su propio grupo. Los dos camaradas probaron a un sinfín de bateristas y finalmente se decidieron por Chad Channing. Kurt se haría cargo de la guitarra y la voz principal y Krist del bajo. Fue esa la alineación que grabó el primer disco de Nirvana, el explosivo, crudo y cuasi punk Bleach (1989) que contenía temas como “About a Girl” y “School”.
  El sorpresivo éxito del larga duración hizo que algunas disqueras grandes los buscaran y fue Geffen la que se quedó con el contrato (Cobain eligió a ese sello porque acababa de firmar a sus ídolos: Sonic Youth). Con nuevo baterista (un salvaje y talentoso músico llamado Dave Grohl), el trío grabó lo que habría de ser su catapulta hacia el infinito, hacia la fama inmanejable, el dinero ilimitado y lo que representaría su trágica desgracia: el álbum Nevermind de 1991.
  Con temas como “In Bloom”, “Come As You Are”, “Breed”, “Lithium”, “On a Plain”, “Polly” y, por supuesto, la archiconocida “Smells Like Teen Spirit”, el disco se convirtió en un clásico inmediato y muy pocos pudieron ver el sudor, la sangre, la pus, la enfermedad que supuraba aquella placa que representó giras, portadas de revistas, apariciones en MTV, mujeres, alcohol y heroína. Aparte, claro, de las estratosféricas ganancias para la casa disquera. Kurt Cobain era una superestrella y muy pocos percibieron al hombre endeble, vulnerable, temeroso ante la vida y lo que ésta tan de golpe le presentaba y ponía a sus pies.
  Líder involuntario del movimiento que comenzó a conocerse como grunge y al cual pertenecían otros grupos como Soundgarden, Alice in Chains, The Screaming Trees o Pearl Jam, entre otros, Nirvana entró en una espiral vertiginosa. Vinieron más discos (Incesticide, 1992; In Utero, 1993; el célebre Unplugged, 1994). Extraordinarios todos, pero el final se acercaba de la manera más dramática.
  No en casual que Cobain hubiese querido que In Utero se llamara I Hate Myself and I Wanna Die, a lo que se opuso la disquera. Casado con una cantante junkie como Courtney Love y con una pequeña y hermosa hijita (Frances Bean), el hombre no sólo no era feliz sino que vivía en una constante angst que junto con su adicción a las drogas duras lo llevó al suicidio en abril de 1994.
  Un golpe de escopeta puso punto final a la vida de este genio atormentado, cuya música sigue vigente a dos décadas de distancia. Se le extraña.

(Publicado este mes en la revista Nexos).

martes, 1 de abril de 2014

Zarpazo al Vive Latino

Pues lo volvieron a hacer. Si hace un año los organizadores del Vive Latino convirtieron al festival en una fiesta cumbianchera, con la presentación estelar de Los Ángeles Azules, lejos de dar un paso atrás para dar dos adelante, este 2014 volvieron a las andadas y pusieron como acto principal no a Nine Inch Nails o a Arcade Fire –vaya, ni siquiera a Fito Paez o a la Maldita Vecindad–, sino nada menos que a los mayores exponentes de la canción norteña: los Tigres del Norte (quienes a decir de algunos presentes desafinaron de lo lindo y lograron que Andrés Calamaro hiciera el ridículo de su vida).
  Como si el espíritu de Raúl Velasco dominara al Foro Sol, el llamado Vive continúa su inefable curso para alejarse cada vez más del género que supuestamente le dio origen: el rock. De hecho, éste es confinado a las carpas “alternativas” (por no llamarles marginales), mientras que en los escenarios principales actúan agrupaciones que harían las delicias de los viejos televidentes que pasaban las horas en la contemplación rumiante de Siempre en domingo.
  Ya sea mediante el pop de Zoé, el reguetón castrista de Calle 13 o los corridos de Los Tigres (más las actuaciones “sorpresa” de Cristian Castro o Laura León, quienes, créalo usted, estuvieron también en esta edición del festival), el asunto se ha tornado en una caricatura de sí mismo, aunque una caricatura, eso sí, que deja muchísimo dinero.
  Se dice que los organizadores han recurrido a este tipo de músicos porque en el rock que se hace en México no hay ya quienes puedan llenar el foro. Puede ser. Sin embargo, lo peor de todo no es eso. Tampoco que aquello sea un desfile de las marcas comerciales que patrocinan “el evento del año”. El mayor problema está en constatar que el público joven es cada vez más pasivo, más acrítico, más manipulable y que lo acepta y lo digiere todo sin pensarlo.
  El zarpazo al Vive Latino no se lo dieron los Tigres del Norte, sino la gente que acude en masa y con desesperación a este festival cada año más decadente en sus propuestas. Espinoza Paz y Joan Sebastian esperan ansiosos la edición del 2015.

(Publicado hoy en Milenio Diario)