lunes, 25 de julio de 2016

Let It Be


He aquí el último disco de los Beatles que salió a la venta, aun cuando había sido grabado muchos meses atrás, antes incluso que Abbey Road. Producto de un proceso complicado, conflictivo y de algún modo frustrado, Let It Be (que inicialmente iba a intitularse Get Back) no fue lo que originalmente iba a ser: un disco de rock sencillo y básico, con canciones sencillas y básicas, arreglos sencillos y básicos y producción sencilla y básica. La idea era de Paul McCartney, pero contó con muy poco entusiasmo y cooperación por parte de sus compañeros, quienes arrastraban el cansancio físico, mental y creativo de las sesiones del Álbum Blanco. Y ahí estaba otra vez Yoko Ono, con su presencia omnímoda, como siamesa de John Lennon, incomodando a los otros tres. Y ahí estaban las cámaras y los reflectores de la película que se estaba filmando mientras se desarrollaban los ensayos y la grabación de cada una de las tomas de las canciones. Era la crónica de un desastre anunciado que culminó con la decisión de enlatar el material por tiempo indefinido, hasta que apareció el legendario productor norteamericano Phil Spector y con la aprobación de John, George y Ringo (y el desconocimiento de Paul y de George Martin) remezcló doce canciones y dio un giro al concepto original del álbum que hasta de nombre cambió.
  Aparecido en mayo de 1970, el disco no es todo lo brillante que se quiso, pero la calidad de la mayoría de los cortes hace que al final el todo se salve. Y es que en realidad la mano de Spector, con su famosa pared de sonido, sólo es notoria en “Across the Universe” de Lennon, “I Me Mine” de Harrison y “The Long and Winding Road”… de McCartney, quien protestó estentóreamente, pero no pudo evitar que el álbum saliera a la venta con su canción bonita pero melosamente orquestada.
  Como temas destacados de este trabajo sobresalen la enorme “Let It Be” y la rocanrolera “Get Back”, ambas de Paul. Buenas pero no precisamente extraordinarias son “Two of Us”, “Dig a Pony”, “I've Got a Feeling” y “For You Blue”, mismas que si bien con el paso del tiempo se han vuelto entrañables, más por nostalgia de los escuchas que por la calidad intrínseca de las melodías, no estarían incluidas en una antología de las mejores canciones del cuarteto.
  Let It Be, en ese sentido, tiene un mayor valor histórico que artístico.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial de La Mosca No. 9, segunda parte de la historia de los Beatles)

domingo, 24 de julio de 2016

Hendrix como su propio ghost writer


Ahora que muchos grandes músicos, ante el peso de los años y la proximidad del descanso eterno, han decidido escribir sus autobiografías (ahí están las espléndidas memorias de Keith Richards, Pete Townshend, Steven Tyler y Ray Davies, entre varias otras, o la de Frank Zappa de años atrás), no debería sorprendernos que aparezca un libro autobiográfico de Jimi Hendrix, un libro que nunca escribió y que, sin embargo, en sentido estricto, sí escribió.
  Para no confundir al lector, le diré que me refiero a Starting at Zero, Jimi Hendrix Own Story, intitulado Empezar de cero en su edición en español, recientemente publicada de manera espléndida por Sexto Piso, y firmado, sí, por Jimi Hendrix.
  ¿Se trata acaso de un manuscrito original que permanecía escondido en alguna caja y que alguno de sus amigos o parientes descubrió? No precisamente, aunque algo hay de eso. En realidad, estamos ante la fabulosa historia de Peter Neal, quien mientras preparaba una cinta documental sobre Jimi Hendrix (misma que aún no se estrena) se dio a la tarea de reunir una cantidad asombrosa de manuscritos y grabaciones inéditas, en audio y video, del creador de “Purple Haze” y “The Sky Cries Mary”, textos (en el caso de los escritos) que el músico nacido en Seattle en 1942 fue anotando en los lugares más impensados y difíciles de encontrar: servilletas, cajetillas de cigarros, hojas pautadas, páginas de libretas, etcétera.
  Neal no sólo reunió estos materiales, sino que les dio tal forma y coherencia que logró una narración fluida y perfecta, para hacer que fuera el propio Hendrix quien –cual literal ghost writer (o quizás up from the skies)– contara su propia vida. Por eso el libro no está firmado por el cineasta, sino por el propio Jimi.
  Empezar de cero es una delicia de principio a fin. Hendrix escribía muy bien y no sólo poemas o letras de canciones (algunas de las cuales se intercalan en el volumen y forman parte de la narración, lo mismo que varios fragmentos de entrevistas), sino también historias llenas de amenidad, ideas, reflexiones y buen sentido del humor.
  La vida del creador de álbumes fundamentales en la historia del rock, como Are You Experienced?Axis: Bold As LoveElectric Ladyland y Band of Gypsys (más las decenas de discos aparecidos después de su muerte), es llevada aquí de manera cronológica y aunque pasamos por su niñez y su adolescencia con rapidez, no deja de mostrarnos cómo sus primeros años fueron fundamentales para determinar lo que aquel jovencito de orígenes humildes llegaría a ser con el tiempo. Por ejemplo, lo que revela acerca de su paso por el Ejército, donde no sólo perteneció a la 101 División Aerotransportada y se convirtió en experto paracaidista, sino que conoció a Billy Cox, quien sería su amigo y compañero musical en múltiples aventuras.
  En letra y voz del mismo Hendrix, nos enteramos de su amor primigenio por el blues: “Cuando fui al sur, todos los tipos tocaban blues y allí fue cuando empecé a interesarme en verdad en la escena... Adoro el folk blues. El blues para mí es Elmore James, Howlin’ Wolf, Muddy Waters, Robert Johnson... Ese tipo de música transmite y llega a la gente con mucha facilidad... Puedes hacer tu propio blues. Ya sabes, cada uno tiene su blues”.
  Por supuesto que la parte más trascendente de la vida de Jimi Hendrix es la que va de 1967 a 1970, esos cuatro años que lo llevaron a lo más alto del firmamento como guitarrista, compositor, intérprete y super estrella, pero también al mundo del sexo, las drogas y el rocanrol, en el más genuino y autodestructivo sentido de la famosa expresión.
  Eso también está contado con detalle en Empezar de cero y ocupa la mayoría de las páginas del libro. Pero antes, Hendrix nos habla de sus primeros años como músico profesional mal pagado, explotado lo mismo por manejadores que por estrellas como los Isley Brothers o Little Richard; de esas noches en que dormía en cuartos llenos de ratas y cucarachas o entre los botes de basura de los callejones de Nashville y Nueva York.
  En el libro está, claro, todo aquello que cualquier mediano seguidor de Hendrix conoce: el encuentro con Chas Chandler, el viaje a Londres, la formación de The Experience con Noel Redding y Mitch Mitchell, los primeros conciertos, la grabación de sus tres álbumes fundamentales, el rápido ascenso a la fama, los excesos, las groupies, las novias, el festival Monterey Pop, Woodstock, la Banda de Gitanos..., pero todo ello contado por el propio Hendrix y aderezado con multitud de sabrosas anécdotas, incluida una carta que le envió a su padre en 1966 para decirle: “Estoy en Inglaterra, papá. He conocido a unas personas que van a convertirme en una gran estrella. Hemos decidido cambiarme el nombre a... Jimi”.
  Un libro absolutamente recomendable.

(Publicado hoy en la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario)

miércoles, 6 de julio de 2016

El primer disco de los Rolling Stones


Chuck Berry, Willie Dixon, Rufus Thomas, Buddy Holly y otros grandes compositores del blues, el soul y el rock and roll proporcionaron la materia prima esencial para la grabación del primer disco de los Rolling Stones, una obra sorprendente por su vitalidad rasposa y su espíritu absolutamente negro. A poco más de medio siglo de haber sido grabado, The Rolling Stones (1964) permanece extraordinariamente fresco a lo largo de sus doce cortes, de los cuales sólo uno (la balada acústica “Tell Me”) fue escrito por la mancuerna de compositores que haría historia: Jagger y Richards.
  La elección de los temas ajenos no pudo ser mejor y resulta –vista hoy día– una verdadera declaración de principios a favor de la música hecha por los negros norteamericanos, tan apreciada en la Gran Bretaña de principios de los sesenta como ignorada en la Norteamérica blanca de la misma época. Así, canciones que actualmente son memorables pero que en aquellos días eran oscuras y desconocidas –como “Route 66”, “Carol”, “Not Fade Away”, “I’m a King Bee”, “Walking the Dog” y ese blues rotundo y esplendoroso que es “I Just Want to Make Love to You”– sonaron –y siguen sonando– absolutamente rocanroleras en manos del entonces joven quinteto londinense.
  En cuanto a “Tell Me”, la única composición original, se trata de breve pieza, tranquila y melodiosa, que dio a los Stones su primer éxito no sólo en Inglaterra sino también en los Estados Unidos. De hecho, su estilo más bien popero, muy a la Mersey, muy a la beatle (la melodía recuerda en algo a “Not a Second Time” de Lennon y McCartney), rompe con toda la tendencia grasosa del disco, si bien no desentona e incluso le da un toque de elegancia al álbum.
  Cabe decir que la versión que aparece en The Rolling Stones es más larga que la que se usó en la radio y en posteriores ediciones recopilatorias.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial No. 11 de La Mosca, en mayo de 2004)

martes, 5 de julio de 2016

Rockcito populista (y transgénico)


“La palabra ‘fusión’ se ha empleado con tanto desparpajo que prácticamente ha perdido todo sentido”.

Sergio Monsalvo C.

La vena populista no es exclusiva de los políticos. Ahora que se puso en boga el concepto de populismo, a raíz de la reunión entre los presidentes de México, Canadá y los Estados Unidos, me puse a pensar en qué tanto ha permeado esa idea, ese término, en las filas del rock que se hace en México.
  No me refiero tanto al contenido de crítica social que puede haber en las letras de algunas canciones, desde los tiempos de los Teen Tops y los Sinners, sino al hecho de que algunos músicos han adoptado actitudes mesiánicas y sienten que cada concierto es un buen pretexto para aleccionar a las masas con mensajes que van desde lo político hasta lo ecológico.
  Quizás el iniciador en nuestro país de la tendencia populista haya sido Alex Lora, desde los pasados años setenta, con sus arengas más bien pintorescas en favor del rock o en contra de la policía o la moral imperante. Sin embargo, el auge del roquerito demagogo, con ansias de líder de opinión, llegó a finales de los ochenta, con grupos como Maná, Caifanes y Maldita Vecindad, lo que se vio recrudecido a partir de 1994, con el surgimiento del EZLN y el apoyo de diversas agrupaciones roqueras al Sup Marcos y sus huestes de la guerrilla light.
  Hoy día, Café Tacuba, Zoé, Panteón Rococó y otros  aprovechan para lanzar consignas políticamente correctas, con las que –lo saben bien– se ganan el aplauso fácil de un público borreguil y poco informado, acostumbrado a la cortedad de los eslogans.
  Ya que menciono a Café Tacuba, veía hace poco un video en YouTube, en el cual su cantante (desconozco el hombre que use ahora) habla con vehemencia en contra de los productos transgénicos y pensé que, paradójicamente, su grupo y muchos otros de los actuales representantes del rockcito nacional han convertido al rock en una música transgénica, al arrebatarle su esencia original y transformarlo en un híbrido informe e indescriptible, sin identidad o sustancia.
  Rockcito populista y, por si fuera poco, transgénico.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 4 de julio de 2016

Space Oddity


Iniciar una discografía con una composición de los tamaños de “Space Oddity” no es cuestión cualquiera y no puede augurar más que grandes cosas por venir. Space Oddity fue originalmente grabado en 1967 como David Bowie y relanzado en 1969 como Man of Words/Man of Music. Se trata de un trabajo impecable, un álbum debut impresionante que combina la psicodelia con el folk inglés, como si The Soft Machine y Donovan encontraran puntos de contacto. Gran variedad estilística y composiciones tan sólidas, además de la ya mencionada “Space Oddity” (la cual fue utilizada por la BBC como tema de sus transmisiones de la llegada del hombre a la luna en aquel 1969), como la extraña y fascinante “Unwashed and Somewhat Slightly Dazed”, la delicada y armónicamente crosbystillsandnashiana “Letter to Hermione”, la viajada “Cygnet Committee”, la irónica “Janine”, la muy a la Traffic “An Occasional Dream”, la bellísima “Wild Eyed Boy from Freecloud” y la estupenda y curiosa “Memory of a Free Festival” a la cual mucho le debe el Moby de Play.

(Reseña que escribí para el Especial No. 10 de La Mosca en la Pared, publicado en abril de 2004)