martes, 28 de agosto de 2018

El primer LP de la historia


Para todo hay una primera vez. Todo movimiento, todo fenómeno, toda actividad tiene que iniciar con un primer paso y en la historia de los discos de 33 revoluciones por minuto (rpm), los famosos LP (larga duración) –que hoy han vuelto por sus fueros y han desplazado a los discos compactos (CD), los que a su vez los habían desplazado en los los años ochenta del siglo pasado–, también hubo un álbum que lo inició todo.
  Según el sitio Vynil Me Please, el primer LP jamás hecho  está cumpliendo 70 años (antes de ello, los discos eran aquellos gruesos y paradójicamente frágiles platos de pasta de 78 rpm, de 10 pulgadas de diámetro, cubiertos por una capa de laca que se iba deteriorando, lo que afectaba poco a poco la calidad del sonido). Se trata del disco debut de Frank Sinatra, intitulado The Voice of Frank Sinatra, aparecido en 1948 (aunque algunas fuentes apuntan que es de 1947 y otras de 1949).  Las ocho canciones que conforman este álbum fueron grabadas originalmente en 1945, en dos sesiones de estudio. Hasta ese entonces, Sinatra (con 30 años de edad) sólo había publicado discos sencillos y este fue su primer intento por hacer algo diferente. En 1946, The Voice of Frank Sinatra apareció en un paquete de cuatro discos de 78 revoluciones, editado por Columbia. Sería hasta dos años más tarde que la disquera se aventuraría a experimentar con un nuevo formato, más práctico, ligero y económico, y de ese modo surgió el primer LP de 33 rpm, a principios de 1948.
  El plato contiene los mismos ocho temas, todos ellos standards de los años veinte y treinta, varios de ellos hoy grandes clásicos, como “You Go to My Head”, “Someone to Watch Over Me”, “These Foolish Things”, “Try a Little Tenderness” y “(I Don’t Stand) a Ghost of a Chance (with You)”, todos con el acompañamiento de una pequeña orquesta dirigida por Axel Stordahl.
  Se trata de una joya que ha sido reeditada en múltiples ocasiones y en otros formatos (en CD apareció con 18 canciones, aunque no todas de las mismas sesiones originales de 1945). Toda una efeméride.

(Última columna "Gajes del orificio" publicada el día de hoy en la sección ¡hey! de Milenio Diario)

martes, 7 de agosto de 2018

Elogio de los proyectores sucios


La de Dirty Projectors es una de las propuestas más peculiares del rock actual. Etiquetado como un proyecto de alt-rock, en lo personal me resulta muy difícil definir su música.
  El grupo neoyorquino, encabezado por Dave Longstreth (su fundador, compositor, arreglista, cantante, guitarrista, productor y único miembro que ha estado en cada uno de sus discos), posee un estilo muy particular, en el que las asonancias y los rompimientos rítmicos y armónicos son una constante, mientras que las vocalizaciones responden a melodías intrincadas y muy ajenas al estribillo memorizable y fácil.
  Hasta hace unos años, Dirty Projectors contaba con las excepcionales voces femeninas de Angel Deradoorian y Amber Coffman (esta última, pareja sentimental de Longstreth) y fue cuando grabó sus mejores discos: Bitte Orca (2009) y Swing Lo Magellan (2012). Sin embargo, sobrevino el rompimiento con Amber y el buen Dave entró en un periodo de depresión que lo anuló creativamente durante un lustro, lo cual se reflejó en el oscuro y depresivo (aunque estupendo) álbum homónimo Dirty Projectors (2017), ya sin las voces de Coffman y Deladoorian.
  Apenas un año después, Longstreth vuelve con un nuevo larga duración de Dirty Projectors y al parecer la luz ha regresado a su vida, lo cual se nota en el sentimiento más optimista y orgánico que refleja Lamp Lit Prose (2018), una obra compleja y hermosa que desde la primera canción (la bellísima “Right Now”) habla de cambios (“No sé cómo voy a ser un mejor hombre / No sé cómo voy a alcanzar la tierra prometida / No sé cómo voy a lograr que tomes mi mano / Pero voy a empezar y yo sé cuándo”).
  Hay temas fantásticos como “Break-Thru”, “I Feel Energy”, “What Is the Time” o “That’s a Lifesytle” y si bien el estilo de las composiciones de Dave Longstreth no es fácil de asimilar para cualquier oído, quien esté dispuesto a abrirse y asimilar poco a poco su sonido terminará por enamorarse de esta música deliciosamente bizarra. Escúchelo, es toda una experiencia.

(Publicado el día de hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

domingo, 5 de agosto de 2018

El blues de Jimi Hendrix


La vena bluesística de Jimi Hendrix ha resultado siempre opacada, cuando menos desde un punto de vista mediático, por sus asombrosos aportes a la manera de tocar la guitarra eléctrica, por la avanzadísima forma como manejó los efectos y recursos técnicos de su época y por su identificación con el rock duro y el movimiento psicodélico de los años sesenta. Sin embargo, las raíces primigenias de Hendrix se hunden de manera profunda en el blues más puro, tanto el de origen rural con instrumentos acústicos, como el electrificado que se dio sobre todo en Chicago durante las décadas de los cuarenta y los cincuenta.
  Muchas fueron las grabaciones, en estudio y en concierto, conocidas e inéditas, que dejó el de Seattle y en las cuales interpretó el mejor blues. De ahí que casi haya sido natural que Polidor haya sacado en 1999 esta excelente recopilación en la que el buen Jimi demuestra no sólo sus capacidades como intérprete de blues, sino su incursión en los más diversos estilos que encierra este género fundamental para el nacimiento del rock.  
  Blues contiene una oncena de temas, originales o de otros autores, tomados de diversas fuentes y en distintos momentos (todas las piezas fueron registradas entre 1966 y 1970) y resulta un compendio extraordinario para conocer al Jimi Hendrix bluesero. El álbum inicia con una maravillosa versión austera de uno de los blueses más célebres de Hendrix: “Hear My Train a Comin'”. Tomada del disco doble Jimi Hendrix, banda sonora de la película del mismo nombre, la canción muestra la capacidad muy poco conocida que tenía el músico para tocar la guitarra acústica muy en el estilo de Robert Johnson en “Big Road Blues”, una capacidad que azora y provoca escalofríos. La clásica “Born Under a Bad Sign” de Booker T, recibe un tratamiento excepcional (el corte es totalmente instrumental) y representa un claro homenaje a Albert King, con quien Jimi tenía una gran amistad. “Red House” es el blues por antonomasia de Hendrix, un tema muy a la Elmore James (recuerda a “The Sky is Crying”), y del mismo existe una buena cantidad de versiones. La que contiene este plato fue grabada en 1967 y era prácticamente inédita. Su “amoral” letra sigue siendo una delicia: “If my baby don’t love me no more / I know her sister will”. “Catfish Blues” es otra maravilla. Se trata de un blues tradicional al cual el guitarrista envuelve en su inigualable estilo y que, al cantarlo, recuerda de inmediato al gran Muddy Waters. La grabación fue realizada durante un concierto en Holanda en 1967 y el cambio de ritmo al final, luego de un solo de batería de Mitch Mitchell y otro del propio Hendrix, es tan sorpresivo como impresionante.
  Otro clásico del repertorio hendrixiano es sin duda “Voodoo Chile” en sus distintas variantes. Aquí se presenta un “Voodoo Chile Blues” muy parecido al de Electric Ladyland (órgano Hammond de Steve Windwood incluido), pero en realidad se trata de una toma alterna dentro de las mismas históricas sesiones de 1968. “Mannish Boy”, una de las grandes composiciones de Muddy Waters, fue recreada en 1969 por Jimi Hendrix con un ritmo a la Bo Diddley que la hace al mismo tiempo extraña y fascinante, en tanto que “Once I Had a Woman” es otro tema original de Jimi, interpretado con The Band of Gypsys, un blues lento de una intensidad y un feelin’ escalofriantes. Una de las más grandiosas y ardientes interpretaciones blueseras del guitarrista. Por su parte, “Bleeding Heart” (también conocido como “Blues in C” o “People People People”) es otro blues sólido y emocionante, con un solo limpio y preciso pero al mismo tiempo estremecedor. Hay una mejor versión, hay que decirlo, en el soundtrack de la cinta Experience, un documento filmado en el Royal Albert Hall de Londres en febrero de 1969. “Jelly 292” es un entusiasta jam session con un poco de boogie y quizá sea el corte menos brillante del álbum y “Electric Church Red House” es una versión un tanto elaborada pero no demasiado notable de “Red House”.
  Blues culmina con la monumental versión electrificada de “Hear My Train a Comin'”, otra de las cumbres blueseras de Jimi Hendrix, un blues psicodélico, con los distorsionadores y el feedback al máximo, una interpretación en concierto, efectuada en 1970 en un teatro de Berkeley, con Billy Cox en el bajo y Mitch Mitchell en los tambores, un viaje intergaláctico (alguien lo definió como el momento en el cual el Delta del Mississippi fue transportado al planeta Marte). El final perfecto para un disco apabullante.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial de La Mosca en la Pared No. 19, publicado en abril de 2005).

jueves, 2 de agosto de 2018

Crosby, Stills, Nash and Young: cuatro no muy alegres compadres


De entre las agrupaciones con las cuales ha tenido que ver Neil Young a lo largo de su existencia (Buffalo Springfield, Crazy Horse, The Stray Gators, The Band, incluso Pearl Jam), sin duda ninguna tan importante como Crosby, Stills, Nash and Young (CSNY). Ya sea con la formación de los cuatro músicos o con la original sin Young –es decir, Crosby, Stills and Nash (CSN)–, en ambos casos se trata de lo que en los sesenta se denominaba un supergrupo, al reunir a grandes personalidades del rock en una sola banda, si bien en sentido estricto estamos hablando de un supergrupo de folk-rock.
  Conformado originalmente por los estadounidenses David Crosby (antiguo integrante de The Byrds) y Stephen Stills (quien había sido compañero de Neil Young en Buffalo Springfield) y por el británico Graham Nash (proveniente de The Hollies), CSN surgió en 1969 con su memorable álbum homónimo, en el cual el trío hacía gala de sus armonías vocales y de las magníficas composiciones de cada uno de sus miembros.
  Poco después, el grupo llamó al baterista Dallas Taylor y comenzó la búsqueda de un tecladista. Primero convocaron a Steve Windwood, pero el integrante de Traffic sencillamente declinó la oferta. Alguien les sugirió entonces al canadiense Neil Young, quien era más guitarrista y vocalista que experto en los teclados y cuya sola mención despertó el rechazo de Stills, ya que ambos habían sido compañeros en Buffalo Springfield y su relación no era la mejor. Graham Nash dijo ignorar por completo quién era ese tal Young, Aún así, al final terminaron por llamarlo y el creador de Everybody Knows This Is Nowhere accedió… con algunas condiciones. La principal: que paralelamente se le permitiera seguir su carrera como solista al lado de su banda, Crazy Horse. De ese modo fue como nació CSNY.
  La primera actividad del cuarteto (en realidad sexteto, por la presencia del ya mencionado baterista Dallas Taylor y del bajista Greg Reeves) fue realizar una gira que incluyó su legendaria participación en el no menos legendario festival de Woodstock, en agosto de ese mismo 1969. No es un dato muy mencionado, pero CSNY también formó parte del elenco del tristemente célebre festival de Altamont, California, aquél en el cual los Rolling Stones contrataron como cuerpo de seguridad a los temibles Hell’s Angels, algunos de los cuales asesinaron a Meredith Hunter, un espectador de raza negra.
  Déjà Vu, el primer disco del grupo como Crosby, Stills, Nash and Young, apareció en marzo de 1970 y se convirtio en un clásico instantáneo, cuya vigencia continúa inamovible a treinta y seis años de distancia. Al mismo tiempo oscuro y luminoso, con canciones de aparente candidez y otras abiertamente políticas, el álbum abarca los estilos más que diferenciados de sus cuatro integrantes: la melodiosidad vocacional de Graham Nash, la calidez rocanrolera de Stephen Stills, las extrañas armonías instrumentales y vocales de David Crosby y el lado folk de Neil Young, con las dos inolvidables canciones que escribió para el disco: “Helpless” y “Country Girl”, además de un tema compuesto al unísono con Stills, la final y de muy hippie mensaje “Everybody I Love You”.
  En junio de ese mismo año, CSNY dio a conocer un tema especialmente escrito por Neil Young luego de la represión policiaca en la Universidad Estatal de Kent. “Ohio” logró un gran éxito entre la muy politizada juventud de entonces (era la época de la guerra de Vietnam y del apogeo de la contracultura). La melodía apareció en un disco sencillo de cuarenta y cinco revoluciones, en cuyo lado B venía la hermosa composición de Stills “Find the Coast of Freedom”.
  Durante varios meses de 1970, la banda anduvo de gira por los Estados Unidos y fruto de ello fue el álbum doble Four Way Street, con parte de sus actuaciones en el Fillmore East de Nueva York, el Chicago Auditorium y el Forum de Los Angeles. Entre las canciones de Young que se incluyen hay algunas nuevas y otras entresacadas de sus álbumes como solista. “On the Way Home”, “Cowgirl on the Sand”, “Don’t Let It Bring You Down”, “Southern Man” y “Ohio” son los cinco temas younguianos que incluye esta calle de cuatro sentidos en el vinil original. Existe otra versión en disco compacto que añade un potpurri de Young con los cortes “The Loner”, “Cinnamon Girl” y “Down by the River”.
  El grupo tomó entonces un largo periodo de descanso. Era muy necesario, ya que los cuatro egos resultaban demasiado fuertes y varios conflictos habían comenzado a producirse. En 1972 apareció el álbum Harvest, de Young, en el cual sus tres compañeros colaboraron con sus voces en diferentes canciones. Aparte salió el sencillo “War Song”, tema compuesto por Young y Nash.
  En junio y julio de 1973, los cuatro músicos se reunieron con la intención de grabar un nuevo álbum que se llamaría Human Highway, pero hubo muchos desacuerdos y todo se frustró. No obstante, a mediados del año siguiente se embarcaron en una “gira del regreso”, organizada por el hoy mítico empresario Bill Graham y que incluyó una presentación en el Fillmore West de San Francisco y otra en el estadio de Wembley, en Londres, Inglaterra. Los conciertos fueron mastodónticos en su parafernalia musical y en su duración (en promedio cada uno duró tres horas y media). Neil Young estrenó en los mismos su tema “Pushed It Over the End”. Para reforzar la gira, apareció el larga duración So Far, una recopilación bastante absurda, si se toma en cuenta que apenas existían un disco de CSN, otro de CSNY y el Four Way Street, “en vivo”,  que era a final de cuentas una recopilación en sí mismo. Con todo, So Far obtuvo muy buenas ventas.
  Cansado de la gira y con el sentimiento de que su música era despreciada al interior del cuarteto, Young decidió regresar a su carrera como solista. Con ello, el grupo se desintegró. Stills también se dedicó a su propio proyecto y Crosby y Nash retomaron lo que ya algunas veces habían hecho: tocar juntos y grabar discos como dueto. Quizás al ver el éxito de sus dos amigos, el otro par optó por imitarlos y así se formó la efímera The Stills-Young Band, cuyo mejor fruto fue la grabación del muy bello Long May You Run, en 1976. La agrupación dio algunos conciertos, pero las viejas rencillas de la época con Buffalo Springfield parecieron renacer y Young simplemente se retiró con una simple despedida escrita a mano en un papel.
  1977 vio el reencuentro de Crosby, Stills and Nash, pero sin Young. El trío grabó un buen álbum, CSN, pero sin la genialidad de sus dos primeros trabajos en estudio. El canadiense, mientras tanto, se dedicaba en cuerpo y alma a la gira de su intenso disco Rust Never Sleeps.
  Tuvieron que pasar cinco años –lapso debido a los problemas de David Crosby con las drogas y con la posesión de armas (incluidos varios arrestos y una estancia de ocho meses en prisión)– para que CSN sacara otro larga duración, el aceptable Day Light Again de 1982, y en 1983 apareció el discutible Allies, con temas en estudio y en concierto.
  No fue sino hasta 1988 que Neil Young aceptó volver a grabar con sus tres peculiares camaradas. De esa forma surgió American Dream, el cuarto álbum oficial de CSNY, aunque en realidad apenas el segundo en estudio. Pero el disco fue muy mal recibido por la crítica (algunos periodistas dijeron que los temas que Young incluyó eran tan malos que jamás los hubiera usado en uno de sus discos solistas) y sus ventas no fueron las esperadas. Ni siquiera hubo gira de promoción.
  Crosby, Stills and Nash todavía grabaron un par de álbumes más (Leave It Up, en 1990, y After the Storm, en 1994), ambos realmente intrascendentes para no decir patéticos. De hecho, lo único que valió la pena para el grupo durante los noventa fue la caja de cuatro compactos aparecida en 1991, aunque no contiene un solo tema de Neil Young, debido a que éste se negó a ello. Según dijo, estaba preparando su propio box set…, mismo que tres lustros después aún seguimos esperando.
  La situación fue tan triste para el alguna vez supergrupo que la disquera Atlantic rescindió su contrato a finales de los noventa. Todo parecía perdido para siempre. Los músicos eran ya cincuentones y parecía difícil que resurgieran en una época dominada por la artificilidad de MTV. Entonces, en 1999, Graham Nash optó por financiarse un disco y llamó a Neil Young para que lo ayudara. Las sesiones resultaron tan buenas que decidieron convocar a Stephen Stills y David Crosby. De ahí nació Looking Forward, editado por el sello Reprise que había fundado el propio Young. El álbum tuvo una muy buena aceptación y les permitió efectuar un par de exitosas giras, en 2000 y en 2002.
  En 2006, Crosby, Stills y Nash colaboraron en algunos conciertos de la gira Living with War de Neil Young.

(Texto que escribí para el Especial de La Mosca en la Pared No. 35, dedicado a Neil Young, publicado en noviembre de 2006)