viernes, 20 de marzo de 2020

Después de la fiebre del oro, medio siglo ha


Crosby, Stills, Nash & Young acababan de grabar su obra maestra, Déjà  Vu, cuando Neil Young los dejó y decidió producir su tercer álbum como solista. Quince meses habían pasado desde la salida de su disco anterior, el excelente Everybody Knows This Is Nowhere (1969), y el canadiense pasaba por una de sus recurrentes crisis existenciales. Escribir las canciones que constituirían After the Gold Rush (Reprise, 1970), arreglarlas y grabarlas fue para él una especie de terapia, una catarsis que hizo que pudiera seguir adelante en su carrera musical.
  Para realizar esta obra, Young se rodeó de varios amigos y de algunos músicos muy jóvenes. En el primer caso estaba su entrañable compadre Stephen Stills, con quien siempre, desde los tiempos de Buffalo Springfield, mantuvo una relación de amistad signada por el binomio amor-odio que los hacia distanciarse y volver a juntarse de manera bastante visceral e indiscriminada. También participaron sus compañeros de Crazy Horse –Danny Whitten, Billy Talbot y Ralph Molina–, además del bajista Greg Reeves (de C.S.N. & Y.) y un virtuoso pianista casi adolescente, de escasos diecisiete años, el debutante Nils Lofgren.
  After the Gold Rush es un álbum plácido e introspectivo, agridulce y de atmósferas campiranas. Neil Young siempre ha tenido dos vertientes musicales claramente marcadas y de algún modo esquizofrénicas: la folk, de tintes calmos y melancólicos, con instrumentaciones acústicas y vocalizaciones sutiles, y la –digamos– ruda o pesada, de tonalidades fuertes, agresivas, con arreglos electrificados y un uso en ocasiones inclusive exagerado del feedback (es esta segunda vertiente la que lo hizo tan aceptado entre los músicos que a principios de los noventa iniciaron el movimiento grunge y adoptaron a Young prácticamente como su padrino). After the Gold Rush pertenece claramente a la primera tendencia, la de aires folclóricos que a la larga influiría también en otra corriente actual: la del alt-country.
  El disco abre su lado A con “Tell Me Why”, una balada fina que tiene en su sencillez su mayor virtud y en la guitarra punteada y la voz de Young la calidez de una plegaria. La sigue el tema que da título al álbum, una pieza llena de melancolía y desesperación, con una letra extraña, un canto tristísimo con ecos apocalípticos acompañado tan sólo por el piano de Young, aunque al final aparece lo que parece ser el sonido de un corno francés. “Only Love Can Break Your Heart” es una delicada obra de orfebrería musical, una absoluta belleza con una melodía que recuerda un poco a Burt Bacharach y una letra sobre el amor en la juventud temprana. “Southern Man”, en cambio, representa un rompimiento por su relativa dureza (es una canción de protesta contra el racismo sureño en los Estados Unidos que tuvo una singular contrarréplica en “Sweet Home Alabama” de Lynyrd Skynyrd, cuya letra decía “Espero que Neil Young recuerde / que el hombre del sur no lo quiere ver por aquí nunca más”). El piano del joven Lofgren destaca sobremanera en este clásico neilyoungiano. La calma regresa con “Till the Morning Comes”, una brevísima melodía que más parece una coda, con un arreglo que vuelve a recordar a Bacharach.
  El segundo lado da comienzo con la hermosa “Oh, Lonesome Me”, el único corte del disco que no compuso Neil Young (lo escribió el intérprete de música country Don Gibson). Continúa con la extraordinaria “Don’t Let It Bring You Down”, para mi gusto la mejor canción de After the Gold Rush y una de las mejores jamás escritas por el de Toronto, una joya absoluta que da pie a “Birds”, una preciosa y simple canción sobre un amor que llega a su fin; a “When You Dance You Can Really Love”, una de las piezas musicalmente “fuertes” del álbum; a “I Believe in You”, conmovedora, sentida y llena de elegancia; a “Cripple Creek Ferry”, la composición final, con ecos de The Band y de la “Proud Mary” de Creedence Clearwater Revival”.
  After the Gold Rush es un álbum esencial dentro de la discografía de Neil Young. Lo seguiría Harvest (1972), otra obra enorme. Ambos trabajos muestran la grandeza de este cantautor que hoy sigue en activo y quien jamás ha dejado de ser congruente consigo mismo.