miércoles, 27 de septiembre de 2017

Everybody Knows This Is Nowhere


Parece mentira que luego de un disco tan informe como el de su debut como solista, apenas cuatro meses después Neil Young fuera capaz de grabar su segunda obra y que lo hiciera de manera tan espléndida.  
  Everybody Knows This Is Nowhere (1969) es un disco poderoso y definitivo. La primera colaboración del canadiense con quienes constituirían la formación inicial de Crazy Horse –Danny Whitten en la guitarra, Billy Talbot en el bajo y Ralph Molina en la batería– dio como resultado un trabajo de conjunto verdaderamente impresionante. Ya en un álbum tan temprano como éste aparecen grandes composiciones clásicas de Young como “Cinnamon Girl”, “Cowgirl in the Sand” y la épica y genial “Down by the River”.
  A pesar de dos cortes cercanos al folk, el resto del material (incluidas las tres piezas mencionadas) se inscribe mucho más en el rock y, más en específico, en un rock fuerte y sin concesiones, con una gran carga, al mismo tiempo, de sarcasmo y drama. Las improvisaciones guitarrísticas del grupo son otro sello de la casa que aquí reluce a plenitud y en ocasiones llegan a ser verdaderos jams.  
  Everybody Knows This Is Nowhere es un disco fundacional, ya que marcó lo que habría de ser el estilo musical y letrístico, guitarrístico y vocal de Young a lo largo de su carrera.

(Reseña que escribí originalmente para el "Especial" No. 35 de La Mosca en la Pared, publicado en noviembre de 2006)

martes, 12 de septiembre de 2017

La eterna discografía de Neil Young


No se me malentienda. Neil Young es uno de mis músicos favoritos de todos los tiempos. Me precio de conocer bien su obra y de escuchar sus discos desde que estos aparecieron (cuando salió After the Gold Rush, en 1970, yo tenía 15 años y 17 cuando apareció Harvest, en el 72, álbumes esplendorosos que pude oír justo en ese tiempo y que conservo dentro de mi colección de viniles). Desde entonces sigo a Young, lo mismo que a sus compañeros David Crosby, Graham Nash y Stephen Stills, con quienes conformara al mítico Crosby, Stills, Nash & Young.
  He de aceptar, sin embargo, que el gran Neil tiende a excederse y así como grabó un disco a base de puro feedback de guitarra (el inescuchable Arc, de 1991), también le dio por rescatar prácticamente todo material que ha grabado, incluidos conciertos y demos. No está mal. En especial para los fanáticos más aferrados del canadiense que quieren tenerlo todo de su ídolo. No obstante, esto ha dado lugar a la publicación de discos irregulares y no del todo buenos.
  La semana pasada apareció Hitchhiker (Reprise, 2017), una más de las muchas (¿demasiadas?) recopilaciones de Young. En esta ocasión, se trata de una sesión que grabara en 1976 para el productor David Briggs, sin más elementos que su guitarra acústica y su voz, más un esporádico piano y alguna armónica. Las canciones en su mayoría eran inéditas en su momento y varias de ellas fueron apareciendo en discos posteriores, con arreglos más ricos en instrumentación.
  Así, hay aquí temas hoy muy conocidos como “Pocahontas”, “Powderfinger”, “Ride My Llama”, “Human Highway” o la propia “Hitchhiker”, mientras que entre las novedades se encuentran buenas piezas como “Hawaii”,  “Give Me Strength” y “The Country Waltz”. Curioso resulta que la guitarra y la estructura armónica del tema “Captain Kennedy” sean casi idénticas a las de “Know You Got to Run” de Stephen Stills, grabado en 1971. ¿Plagio amistoso?
  Hitchhiker es un buen disco de Neil Young. Sólo eso.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

domingo, 10 de septiembre de 2017

El "Abraxas" de Santana


La obra maestra de Santana y apenas su segundo álbum. Una mezcla perfecta de rock, blues, funk, jazz (ahí está, muy presente, la huella de Miles Davis) y ritmos afroantillanos.
  La ecléctica finura de Abraxas (1970) no tiene precedentes. Es una cumbre discográfica de los años sesenta, un trabajo prácticamente perfecto. Si Santana, el larga duración anterior, contenía tres futuros temas clásicos (“Soul Sacrifice” “Evil Ways” y “Jingo”), este opus número dos ofrecía exactamente lo mismo con “Black Magic Woman” (composición de Peter Green, líder del primer Fleetwood Mac, el grupo que tocaba gran rock blues y no gran rock pop, como el segundo Fleetwood Mac) y su coda “Gypsy Queen”, “Oye cómo va” (original del enorme timbalista Tito Puente) y “Samba pa ti” (una de las piezas más bellas jamás escritas por Carlos Santana).
  La gran diferencia entre ambos álbumes estriba en la calidad del resto del material, muy superior en el caso de Abraxas. Cortes tan suntuosos y sorprendentes, con grandes razgos jazzísticos, como “Incident at Neshabur” o “Singing Winds, Crying Beasts”, no dejan lugar a dudas, lo mismo que la magnífica y muy rocanrolera “Hope You’re Felling Better”.
  Por supuesto que más allá del alto nivel de los diversos cortes del disco está la guitarra del de Autlán, sus riffs, sus licks, sus solos, sus construcciones perfectamente elaboradas, pero sobre todo su ardiente pasión, reflejada en cada nota que aquí interpreta.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial de La Mosca en la Pared No. 42, dedicado a Carlos Santana y publicado en septiembre de 2007).

martes, 5 de septiembre de 2017

Walter Becker y LCD Soundsystem


Murió Walter Becker, uno de los pilares, junto con Donald Fagen, de ese legendario grupo tan exquisito e inventivo que fue Steely Dan. Guitarrista de una finura excepcional, Becker deja una herencia que muy pocos han retomado, quizá porque el estilo de la mítica agrupación angelina es muy difícil de imitar: esa mezcla de rock, pop y jazz que produjo álbumes espléndidos como Countdown to Ectasy (1973), Pretzel Logic (1974), Aja (1977) y Two Against Nature (2000).
  Curiosamente, un proyecto en apariencia tan ajeno a Steely Dan como LCD Soundsystem parecería haber absorbido algunas influencias del grupo de Fagen y Becker. Cuando menos en su muy reciente disco, el relumbrante American Dream (Columbia, 2017), hay ecos de aquel rock setentero tan elegantemente producido por el sexteto de Los Ángeles.
Definido a la perfección por Tim Sendra, reseñista de allmusic.com, como un disco hecho “para los pies, el cerebro y el corazón”, American Dream es una joya del rock pop electrónico, una obra en la que James Murphy, líder de LCD Soundsystem, va de los ritmos más intensos e irresistibles a las melodías más melancólicas y evocadoras.
  Hay cortes fuera de serie como los fantásticos e hiperquinéticos “Emotional Haircut”, “Other Voices” (absolutamente Talking Heads), “Tonite” y “Call the Police”, mientras que otros apelan más a la tranquilidad y la reflexión, como los preciosos “American Dream” (que en algo remite a Arcade Fire), el abridor “Oh Baby” y la composición homenaje a David Bowie que cierra el plato: “Black Screen”. Hay otros más densos y oscuros, como “I Used”, “Change Yr Mind” o “How Do You Sleep”. En todos ellos hay que resaltar también la expresiva voz de Murphy.
  “Los tiempos aún requieren de una gran agrupación de rock (con sintetizadores) que pueda hablar de las ansiedades de la vida moderna, mientras al mismo tiempo nos hace bailar toda la noche”, dice Tim Sendra y pienso que LCD Soundsystem lo consigue con creces.
  Escuchémoslo... y volvamos a escuchar a Steely Dan.
(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

domingo, 3 de septiembre de 2017

Los doce sueños del Dr. Sardonicus


El cuarto opus del quinteto angelino Spirit es una de las cumbres de la psicodelia sesentera y uno de los grandes discos de la historia del rock. Twelve Dreams of Dr. Sardonicus (Epic, 1970) fue el último plato grabado por la alineación original del grupo, conformada por Randy California (guitarra y voz), Ed Cassidy (batería; además de ser padrastro de California, a quien le llevaba veintiocho años de diferencia), Jay Ferguson (voz y percusiones), Mark Andes (bajo) y John Locke (teclados), mismos que anteriormente habían sacado los álbumes Spirit (1968), The Family That Plays Together (1968) y Clear (1969).
  El estilo de la agrupación abrevaba de diversas corrientes, especialmente del folk, el jazz, la música clásica y por supuesto el rock, pero al fusionar esos y otros elementos, creó un sonido propio, altamente experimental, pero siempre bajo la estructura de la canción. Estos Doce sueños del Dr. Sardonicus constituyen de hecho un álbum conceptual, pero se trata de una docena de canciones perfectamente diseñadas como tales. No en balde alguien llamó irónica pero cariñosamente a esta obra, en obvia referencia, Sgt. Sardonicus.
  Twelve Dreams of Dr. Sardonicus fue producido por David Briggs, quien había trabajado con Neil Young y dio a la agrupación el exacto toque que necesitaba y del cual careció en sus tres trabajos anteriores; buenos, sí, pero sin la brillantez de éste. El álbum da fe de una docena de sueños en forma de canción, cada uno de ellos una joya en sí mismo. Si un mérito tiene este plato es que ninguno de los cortes sirve de relleno o está de sobra. Cada pieza resulta perfecta y distinta a las otras. Eso podemos comprobarlo desde el arranque mismo, con el bellísimo y emotivo “Prelude-Nothing to Hide”, mismo que empieza con una suave melodía de tonos acústicos para estallar en frenéticos fuegos de artificio plenamente rocanroleros, con un Randy California cuya guitarra no dejará de asombrarnos a lo largo de todo el disco (parece increíble que este músico, fallecido en 1997, en esos momentos sólo tuviera diecinueve años de edad).
  “Nature’s Way” es uno de los temas más conocidos de Spirit, un folk-jazz de enorme hermosura, con un mensaje ecologista que jamás cae en lo cursi (por fortuna, el quinteto nunca recurría a los mensajes hippies, tal vez por ser originario de Los Angeles y no de San Francisco) y cuyo sentido musical penetra en el escucha con una sutileza tan agridulce como conmovedora, gracias sobre todo a la voz solista de Jay Ferguson y las posteriores armonías corales que juegan con asombrosa y cuasi polifónica eficacia. “Animal Zoo” es otra maravilla, una canción llena de buen humor y con una complicada estructura y una letra que recuerda el mordaz estilo crítico de Ray Davies de los Kinks, mientras la música remite un tanto a “Medicated Goo” de Traffic. “Love Has Found a Way” empieza con extraños efectos producidos por una cinta tocada al revés (muy a la beatle en Revolver), para derivar en seguida en una composición intrincada, con cambios sorprendentes y un uso del vibráfono que sólo Frank Zappa había mostrado y ese sentido melódico que existe en todos los cortes y que es uno de los sellos distintivos del álbum. Un cambio súbito nos lleva de la mano a la majestuosamente simple y brevísima “Why Can’t I Be Free”, una mini obra maestra que en apenas poco más de un minuto nos envuelve con el encanto de un susurro. De ahí el disco parte hacia un tema por completo diferente y lleno de contundencia, el extraordinario “Mr. Skin”, un rock sólido, con sabor funky, voces en falsetto y un ritmo irresistible. El arreglo de los metales es como de un soul a la Stax. Se dice que Ferguson escribió “Señor piel” en homenaje a su “viejo” baterista cuarentón, Ed Cassidy, quien siempre llevaba la cabeza rasurada (algo poco usual en aquellos días de largas cabelleras) y al que sorprendió en un hotel en una situación comprometedora con una joven admiradora y del que sólo alcanzó a ver su epidermis (“Mr. Skin, you know where you’ve been”, dice la letra con negro sentido del humor).
  El segundo lado del vinil original de Twelve Dreams of Dr. Sardonicus da comienzo con un piano que parece divagar en acordes persistentes, acompañado por guitarras y bajeos que buscan algún punto de reposo, mismo que aparece cuando el propio piano inicia un suave jazz psicodélico al que pronto se une la banda entera en un tema instrumental que incluye un moog y algunas figuras alucinantes, en un crescendo que culminará aparentemente en un fade out y un silencio, para reiniciar una especie de viaje astral que termina con las mismas divagaciones musicales del piano, el bajo y la guitarra. ¿El nombre de la pieza? “Space Child”.
  El segundo track del lado B es la sorprendente “When I Touch You”, una de las composiciones más impresionantes del disco. Todo se conjuga para crear un ambiente al mismo tiempo ominoso e intenso, inquietante y a la vez lleno de belleza. La canción sube y baja, recorre diversos pasajes y no da punto de reposo ni siquiera en sus momentos relativamente calmos. Los cinco músicos están a su máximo nivel interpretativo, pero hay que resaltar la labor guitarrística de California y la voz apasionada de Ferguson. Estremecedora.
  Las cuatro cortes finales son igualmente estupendos. La contagiosa “Street Worm” es una callejera y sardónica composición que rompe por completo con el mood de las dos piezas con que iniciara este segundo lado. El ambiente espacial y psicodélico deja su lugar a un rock simple (es un decir) y de cierta dureza en un tema divertido e incisivo. La semiacústica “Life Has Just Begun” posee un delicioso sabor de folk sesentero que de pronto remite a Jethro Tull pero también, ligeramente, a los Rolling Stones de los primeros años setenta. “Morning Will Come” anuncia y prefigura el estilo de Marc Bolan y T. Rex y su arreglo de metales resulta incontenible. Como dice el crítico Matthew Greenwald, con su sonido un tanto bubble gum (en el mejor sentido del término), este tema “pudo ser un éxito comercial…, pero no lo fue”. Twelve Dreams of Dr. Sardonicus cierra de manera sabia y majestuosa con la finísima “Soldier”, una breve composición calma, profunda, de tintes sinfónicos, con referencias a la inicial “Prelude” y voces a la Beach Boys en el Pet Sounds.
  Twelve Dreams of Dr. Sardonicus representa mucho de lo que fue el rock psicodélico de fines de los sesenta, con la ventaja de que sigue sonando perfectamente actual. Se trata de un disco trascendente, una memorable oda a la melodía, un venturoso canto a la armonía, un álbum lleno de emociones y de aportes musicales y letrísticos. Hoy día muy pocos lo recuerdan, lo cual resulta decepcionante y muy indicativo de la incultura musical que priva entre las nuevas generaciones. Al respecto, hace poco dijo alguien: “La única analogía contemporánea para Twelve Dreams of Dr. Sardonicus en la cual puedo pensar es el OK Computer de Radiohead, sólo que el disco de Spirit es más consistente… y más divertido”.

(Reseña publicado en mi libro Cerca del precipicio, editado en 2012 por Cuadernos del Financiero)