domingo, 27 de noviembre de 2016

Axis: Bold as Love


Con un disco debut tan perfecto como Are You Experienced?, era de temer que The Jimi Hendrix Experience no lograra lo mismo con el siguiente y cayera en lo que muchos otros grupos: el síndrome del segundo álbum. No fue así, al contrario. Si bien no es posible afirmar que Axis: Bold as Love sea superior a su antecesor, en nada desmerece y de hecho constituye un paso adelante desde la óptica del desarrollo musical del guitarrista y sus habilidades como compositor e instrumentista.
  Grabado el mismo año de 1967, este opus No. 2 es otra obra maestra en la cual Hendrix profundiza más en sus antecedentes como músico de soul y hace menor incapié en la psicodelia (de hecho, puede decirse que sólo la visita en las magníficas “Castles Made of Sand”, “You Got Me Floatin’”, “If 6 Was 9” y “She's So Fine”, esta última compuesta y cantada por el bajista Noel Redding).  
  Axis… es una obra tal vez más compacta, más un concepto en sí que una mera colección de canciones, por extraordinarias que éstas sean. Aquí, el estudio de grabación con todos sus recursos técnicos jugó un papel muy importante, como si se tratara de otra instrumento más al cual Hendrix supo sacar un gran provecho. El álbum abre con una especie de broma, una entrevista que un supuesto locutor radial (Mitch Mitchell) le hace a un extraterrestre (Jimi Hendrix). La música inicia en el segundo corte con esa maravilla que es “Up from the Skies”, con su compás jazzeado y la guitarra instalada en un wah wah más que seductor. La sigue el devastador estruendo inicial de “Spanish Castle Magic”, una de las grandes composiciones hendrixianas, con su riff y su solo como precursores del heavy metal. “Wait Until Tomorrow” es una espléndida pieza de bases souleras, hoy poco recordada mas no por ello menos buena. Algo similar puede decirse de “Ain’t No Telling”, otra joyita escondida por su aparente bajo perfil, pero en realidad un tema que prefigura brillantemente el funk de los setenta. Es el turno entonces para una de las más hermosas y sensibles melodías del de Seattle. “Little Wing” es una belleza absoluta, una delicada tonada de muy breve duración que en su momento pasó prácticamente inadvertida y sólo fue valorada cuando Eric Clapton la retomó en su álbum Layla and Other Assorted Love Songs con Derek & the Dominos. El lado A del vinil original de Axis… culmina con “If 6 Was 5”, una composición armónicamente compleja y llena de cambios y matices, con un arreglo que va de lo austero a lo fastuoso a lo largo de todo un tour de force de absoluta psicodelia.
  “You Got Me Floating” recuerda a The Who en su parte instrumental, aunque su orientación es más bien funky, en tanto que “Castles Made of Sand” es otro de los puntos altos del álbum, un soul lento con nuevos ecos de Curtis Mayfield. “She’s So Fine”, la única pieza que no escribió Hendrix, es sin duda la más apegada al rock psicodélico inglés de mediados de los sesenta, un tema también muy Who. En cambio, “One Rainy Wish” es claramente hendrixiana, otra canción tranquila y sublime que da paso a la agresiva y seca “Little Miss Lover”, de obvia dedicatoria a las groupies que pululaban alrededor de Jimi. El disco culmina con otra de las mejores y menos apreciadas composiciones de Jimi Hendrix: “Bold as Love”. Intensa, profunda y conmovedora, con un juego guitarrístico en constante crescendo, representa un digno final para este trabajo discográfico cuya magnitud ha crecido con el paso del tiempo.

(Reseña que escribí para el Especial de La Mosca No. 19, dedicado a Jimi Hendrix y publicado en abril de 2005)

miércoles, 23 de noviembre de 2016

De Gloria Ríos a Ruido Rosa: el rock femenino en México


Aunque cuando se habla de la historia del rock que se hace en México siempre salen a relucir los nombres de bandas y solistas masculinos, la participación de las mujeres mexicanas en el género no sólo es significativa e importante, sino que ha dejado una huella en ocasiones más trascendente y original que la de los varones.
  El rock, en su fase rocanrolera, se inició en los Estados Unidos a mediados de los años cincuenta y casi de inmediato se vio reflejado en nuestro país, donde no tardaron en surgir las primeras manifestaciones de rocanrol autóctono.
  A nivel femenino, la pionera fue la exuberante vedette chicana Gloria Ríos, nacida en San Antonio, Texas, en 1928, quien en ese mismo 1955 cambió el estilo de las antiguas rumberas (María Antonieta Pons, Rosa Carmina, Ninón Sevilla, Meche Barba et al) y las nuevas mamberas (Tongolele, las Dolly Sisters) por uno más ad hoc para la época (célebre fue su espectáculo “Del Charleston al rock and roll” que presentaba en el teatro Lírico). Sin embargo, no se trataba propiamente de una rocanrolera, sino de una más de las muchas figuras del “firmamento artístico” que con descarado oportunismo adoptaron al rock como si se tratara de un mero ritmo y de una moda que terminaría por pasar.
  Algo similar puede decirse de las baladistas que a principios de los sesenta comenzaron a interpretar cancioncitas bobaliconas y edulcoradas. María Eugenia Rubio, Mayté Gaos, Leda Moreno, Queta Garay o las inefables Hermanitas Jiménez eran las pares híper cursis de tipos como Óscar Madrigal, Alberto Vázquez, Johnny Laboriel, César Costa o Enrique Guzmán (los tres últimos, transfugas de los grupos pioneros del rocanrol) y su relativa contribución al rock nacional fue tan falta de calidad como llena de sentimentalismo y humorismo involuntario.
  Los años de la llamada Onda de Avándaro (digamos entre 1968 y 1971) no vieron asomar en el rock a mujer más notoria que la famosa “encuerada” del festival de rock y ruedas celebrado en Valle de Bravo, si bien por ahí andaban muy dignas cantantes blueseras como Mayita Campos y Baby Bátiz. Vino entonces la época de oscurantismo en la cual –por obra del gobierno y de eso que llamamos El Sistema– se sumió el rock nacional, confinado a una periferia casi clandestina y a la marginalidad de los hoyos fonquis (Parménides García Saldaña dixit). ¿Mujeres roqueras destacadas en esa era aciaga que fue la de la década de los setenta y parte de los ochenta? Sólo unas cuantas y más bien dentro de ese curioso subgénero conocido como movimiento rupestre, mezcla de folk gringo con canción sudamericana y una pequeña pizca de blues. Ahí estaban Nina Galindo, Emilia Almazán, Tere Estrada (autora del muy recomendable libro Sirenas al ataque), Maru Enríquez y una muy joven Cecilia Toussaint con su banda Arpía. 
  Pero a fines de los ochenta llegó la invasión del pop español y argentino, bautizada como Rock en tu idioma, y con ella la pasteurización del género que a duras penas sobrevivía en nuestro país. Fue el fin del rock con raíces negras y el inicio del rockcito con acento ibérico y rioplatense. Apoyado por las disqueras y los medios electrónicos, este rockcito vio surgir a muchas bandas masculinas, en algunas de las cuales (básicamente La Lupita, Kenny y los Eléctricos y Santa Sabina) participaban mujeres (sin duda, Rita Guerrero la de mayor profundidad artística).
  Los noventa fueron los años de la extirpación total del blues y de cualquier rasgo de música negra estadounidense para entregar un rock pop que en términos generales sonaba igual al que se producía en la península ibérica y el cono sur sudamericano. No se trataba de alguna reivindicación “latina”, sino de un abierto negocio. Daba lo mismo escuchar a Fobia que a Timbiriche, a Paulina Rubio que a Julieta Venegas.
  De entonces para acá y más aún ya en el primer decenio del siglo veintiuno, el rockcito nacional es un híbrido que acepta cualquier cosa. Se dirá que así ha sido el rock desde siempre: un receptor de influencias. El problema es que hay de influencias a influencias. Por eso hoy nos conformamos y ensalzamos a intérpretes femeninas tan ñoñas como Ximena Sariñana o Natalia Lafourcade.
  ¿Mujeres actuales que hacen buen rock en México? Le Butcherettes, las Ultrasónicas y algunas otras bandas, entre las que destaca un cuarteto de féminas con un sonido sorprendente por su fuerza hormonal y su calidad musical: Ruido Rosa. En estas cuatro hermosas y vitales jóvenes deposito la esperanza de que en México el rock (masculino o femenino) recupere su fuerza primigenia.

(Publicado originalmente en la revista Nexos No. 407, noviembre de 2011)

martes, 22 de noviembre de 2016

Rival Sons, más que teloneros


Confieso que no los conocía. Jamás había escuchado hablar de ellos. Miento, mi amiga, la fotógrafa Val Zepp, me los había recomendado hace un par de años, pero no hice mucho caso y no los  busqué para oír su música. Terminé por olvidarlos. De pronto, se anunció que Rival Sons sería el grupo abridor en el concierto de Black Sabbath que se llevó a cabo en el Foro Sol el pasado día 16 de noviembre.
  Mi amiga Val los mencionó en su página de Facebook y los recomendó como (cito de memoria) “el grupo que siempre busqué que pudiera continuar con mi pasión por Led Zeppelin”. Fue entonces que al fin me puse a buscarlos en internet y le di las gracias a Valeria por el tip. “Ya te los había recomendado hace mucho y ni caso me hiciste”, me reclamó con gran razón.
  No pude verlos en su presentación telonera del jueves, pero sí me puse a escuchar sus cinco discos (Before the Fire, 2009; Pressure & Time, 2011; Head Down, 2012; Great Eastern Valkyrie, 2014; Hollow Bones, 2016) y me llevé una gratísima sorpresa.
  All Music los define como una agrupación de Los Ángeles que resucita el rock clásico y que evoca el sonido rockblusero de, sí, Led Zeppelin y The Black Crowes. No le falta razón al sitio especializado en música y si bien concuerdo con éste, creo que Rival Sons posee una personalidad propia y que sus cuatro integrantes consiguen una propuesta a la vez poderosa y refrescante, con momentos muy interesantes y estremecedores.
  Su más reciente álbum, Hollow Bones, es quizá la mejor y más depurada muestra de la calidad musical de este cuarteto fundado en 2008 y conformado por el cantante Jay Buchanan, el guitarrista Scott Holiday, el bajista Dave Beste y el baterista Mike Miley. Se trata de una colección de apenas nueve canciones, ocho propias y un sensacional cover de “Black Coffee” de Humble Pie, grupo con el cual también tienen muchos puntos de contacto.
  Una estupenda y muy recomendable sorpresa la de estos Hijos Rivales, a los que bien vale la pena prestar oídos y atención.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 14 de noviembre de 2016

Who Are You


Who Are You (1978) fue el último disco de The Who con Keith Moon. Aunque para muchos pueda resultar un trabajo grandilocuente, sobre todo por el uso en momentos engolosinado de los sintetizadores por parte de Pete Townshend, se trata de un buen álbum, con excelentes composiciones, aunque también haya otras un tanto fallidas (“Sister Disco” y “Guitar and Pen”, sobre todo).
  Los cuatro integrantes del grupo se escuchan en gran forma, incluido Moon, a pesar de que en esos momentos pasaba por grandes depresiones que desembocarían en su muerte, apenas semanas después de aparecida esta obra. Lo mejor de Who Are You está en piezas como “New Song”, “Music Must Change”, “Love Is Coming Down”, “905”, “Trick of the Light” (estas dos de John Entwistle) y, de manera muy especial, la que da título al disco y de cuya grabación hay emotivas imágenes filmadas que podemos apreciar en la cinta The Kids Are Alright como una especie de homenaje póstumo al buen Keith The Loon Moon.

(Reseña que escribí para el Especial de La Mosca en la Pared No. 18, dedicado a The Who y publicado en marzo de 2004).

miércoles, 9 de noviembre de 2016

With the Beatles


With the Beatles (1963), el segundo long play del cuarteto en escasos ocho meses, surgió en circunstancias muy especiales y muy favorecedoras. La fiebre por los Beatles, la famosa beatlemanía, estaba ya en pleno en el Reino Unido y prácticamente en toda Europa Occidental y el éxito de sus sencillos era arrasador. Sin embargo, lejos de aprovecharse de ello e incluir en el álbum temas que habían vendido cientos de miles de copias (como “From Me to You” o “She Loves You”), esta vez el grupo prefirió grabar una catorcena de canciones inéditas, repitiendo la fórmula de incluir ocho melodías propias y seis ajenas. No fue ya un disco grabado en una sola sesión agotadora, sino que hubo un poco más de tiempo para pensarlo y producirlo, lo cual se tradujo en una mayor calidad y en un sentido más compacto de su contenido. La evolución se empezaba a notar también en la forma menos simple de componer las piezas, en las instrumentaciones, en la construcción de las melodías, en las armonías vocales. Fue un paso adelante con respecto a su brillante aunque demasiado sencillo álbum debut, algo que se nota incluso en la elaboración de la portada, quizá la más imitada y parodiada después de la del Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band que grabarían cuatro años después.
  Hay en With the Beatles composiciones espléndidas que no tardaron en volverse populares y que hoy siguen siendo clásicas. La más conocida es sin duda “All My Loving”, la cual seguía los parámetros de “Please Please Me” y de la propia “She Loves You”, pero hay otras tanto o más interesantes. Desde las rocanroleras “I Wanna be Your Man” (cantada por Ringo Starr y grabada antes por los Rolling Stones, a quienes los Beatles se la “prestaron” semanas antes, para que tuvieran un sencillo que grabar) y “Little Child”, hasta las deliciosamente poperas “All I’ve Got to Do”, “It Won’t Be Long” y “Not a Second Time”, pasando por “Hold Me Tight” y por la primera canción grabada de George Harrison (“no sé siquiera si pueda llamarse una canción”, diría alguna vez el propio Harrison en una autocrítica que a mi modo de ver resulta injusta): “Don’t Bother Me”. En cuanto a la elección de los covers, ésta volvió a ser estupenda y significativa. Están ahí pequeñas joyas que el cuarteto entresacó de discos poco conocidos, como esos tres cortes soul fabulosos que son “ You've Really Got a Hold on Me ” (ni más ni menos que del gran Smokey Robinson), “Please Mr. Postman” y “Devil in Her Heart”, una cancion de music hall como la nostálgica “Till There Was You” y esa explosión rocanrolera de la autoría de Chuck Berry que es “Roll over Beethoven”, cantada entusiastamente por Harrison a sus escasos veinte años. With the Beatles fue un segundo disco en verdad estupendo y mantiene su frescura a poco más de cuatro décadas de distancia.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial No. 8 de La Mosca en la Pared, publicado en febrero de 2004)

martes, 8 de noviembre de 2016

La espléndida Magos Herrera


En México todo está siempre al revés (como reza aquella vieja tonada infantil). Es por eso que las cantantes más valoradas (o para ser más exacto, sobrevaloradas), especialmente en el mundo del rock y el pop, no son precisamente las mejores, sino aquellas que cuentan con más apoyos mediáticos. Por eso, la popularidad se encuentra del lado de las cantantitas que hacen lo que he denominado como rockcito ñoño (ya sabe usted, esas tonadas bembas de Carla Morrison, Natalia Lafourcade, Ximena Sariñana, etcétera).
  En cambio, las grandes voces han permanecido desde siempre en una más o menos relativa oscuridad, sin que la gran popularidad les sonría, a pesar de lo mucho que trabajan en su arte y los muchos años que llevan de brega. Son intérpretes injustamente minoritarias y una de ellas, a pesar de su enorme calidad y la belleza de su propuesta, es la cantante de jazz Magos Herrera.
  Dueña de una voz cálida y expresiva que le permite cantar los más diversos géneros, Magos puso en circulación un bellísimo disco en el que se hace acompañar por el magnífico guitarrista español Javier Limón. He for She es el nombre del plato, en el que participan además varias voces invitadas, entre ellas las de Eugenia León, Fito Páez, Sachal Vasandani y Chabuco.
  Entre las trece canciones que conforman el álbum, podemos destacar bellezas como “Reencuentro”, “Soy pan, soy paz, soy más”, “Vengo a ofrecer mi corazón”, “Al lado del camino, “Quizás, quizás, quizás”, “De qué callada manera”, “La Martiniana” y “Rabo de nube”.
  El disco se grabó en directo, con público presente, lo cual le otorga una calidez y una frescura muy especiales. La voz de Magos Herrera se siente próxima, tangible, íntima, algo que se refuerza con el sonido de la austera pero virtuosa guitarra de Javier Limón.
  Otro gran disco de la gran cantante mexicana avecindada en Nueva York, donde –como suele suceder con los grandes talentos– se le reconoce plenamente.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 7 de noviembre de 2016

"Stairway to Heaven", ¿la mejor canción de todos los tiempos?


“Cuando la escribimos, todo el mundo nos decía que era demasiado larga, que la gente no sería capaz de concentrarse en ella debido a su duración”, recordaba en alguna entrevista Jimmy Page. “Y hoy día resulta una canción incluso corta”.
  “Stairway to Heaven” es la composición emblemática de Led Zeppelin, aquella que resume en sus poco más de ocho minutos la esencia musical y la propuesta estilística del grupo. Escucharla por vez primera es una experiencia impresionante, pero conforme se le va oyendo más y más, uno va penetrando en sus secretos y en cada uno de sus rincones, hasta convertirla en una especie de iluminación mística que provoca sobresalto, emoción, un exultante contacto con lo divino. Desde su inicio, con una suave guitarra acústica que nada presagia, sabemos que hay en ella algo especial. Y cuando la tranquila y seductora voz de Robert Plant comienza a entonar las primeras líneas, se empieza a sucumbir ante su embrujo. El tema es un constante crescendo que va subiendo, elevándose poco a poco, mientras se incorporan los demás instrumentos: el teclado, la guitarra eléctrica, el bajo, la poderosa batería, para desembocar en épicas vocalizaciones y en el que quizá sea el solo de guitarra más estremecedor en la historia del rock. Todo culmina con un retorno a la calma, una coda que vuelve a depositarnos en la tranquilidad del vientre materno, del origen primigenio.
  La música de “Escalera al cielo” fue escrita parcialmente por Jimmy Page durante los mismos días en que los integrantes de la banda se retiraron a Bron-Yr-Aur, a fin de componer el material que constituiría el álbum Led Zeppelin III, de 1970. Era una pieza más, inacabada, de las varias que hicieron y no fue considerada para ese disco. Page la retomaría durante las sesiones del cuarto disco y fue entonces que Plant comenzó a trabajar sobre la letra. Hay quienes cuentan que la hizo en un día de depresión, mientras él y Jimmy se encontraban en la misteriosa mansión de éste en Loch Ness, pero en realidad los textos fueron escritos en la para nada diabólica casa rural que el grupo solía alquilar en Headley Grange, en Hampshire. La pieza fue grabada en Londres en diciembre de 1970.
  Aunque se ha acusado a la canción de contener mensajes satánicos (se dice incluso que si se escucha al revés pueden escucharse las palabras “My sweet Satan”), esto no deja de ser una ridiculez. Robert Plant ha dicho al respecto: “Sólo los norteamericanos podían salir con una estupidez como esa. ¿Por qué si la gente se aburre no se pone a nadar o a jugar squash en lugar de andar de ociosos y buscar significados malévolos en una canción que solamente habla del inicio de la primavera?”.
  La presencia de “Stairway to Heaven” en el álbum sin nombre del Zeppelin (1971) contribuyó sin duda a convertirlo en uno de los mejores discos de rock jamás producidos y le otorgó buena parte de su calidad de mítico. La estructura musical del tema tuvo una gran influencia en composiciones posteriores de otras agrupaciones, como “Bohemian Rhapsody” de Queen o “November Rain” de Guns n’ Roses, entre varias otras.
  Como es de suponer, el enorme éxito radiofónico de la canción, sobre todo en los Estados Unidos (se dice que aún hoy es tocada cerca de cuatro mil veces al año en las estaciones de Frecuencia Modulada norteamericanas), hizo que el grupo tuviera que interpretarla prácticamente en cada concierto durante años, hasta llegar al hartazgo. “Esa canción para bodas”, llegó a llamarla alguna vez, en tono despectivo, el propio Robert Plant (y en efecto: era y es muy tocada en bodas y funerales). Aunque en otra ocasión, más ecuánime, dijo: “‘Stairway to Heaven’ es una simpática, placentera, bien intencionada e ingenua cancioncita. Pero no es la composición definitiva de Led Zeppelin”.
 And it makes me wonder

Datos de interés

† El célebre solo de guitarra de Jimmy Page fue grabado en una vieja Fender Telecaster, modelo 1958, y en un amplificador Supro.

† Page grabó tres solos diferentes y finalmente se decidió por el que todos conocemos, porque sintió que era el que mejor quedaba con la canción.

† “Stairway to Heaven” fue interpretada en concierto por primera vez en el Ulster Hall de Belfast, Irlanda, el 5 de marzo de 1971.

† De los varios covers que se han hecho, el más interesante es el de Frank Zappa, en el disco The Best Band You Ever Heard in Your Life (1991), a ritmo de reggae y con el solo de Jimmy Page ejecutado idéntico al original, nota por nota, por la entera sección de metales. Una maravilla.

(Texto mío, publicado el día de hoy en "El ángel exterminador" de Milenio Diario)

miércoles, 2 de noviembre de 2016

AC/DC


AC/DC es una de las agrupaciones más coherentes de la historia del rock y ese es uno de sus principales méritos. Su congruencia queda clara cuando uno revisa su discografía y descubre que en sus cerca de veinte discos no existe un solo tema que pudiera ser confundido con una balada. Ni por asomo. Al contrario de prácticamente todos los grupos que hacen rock duro y/o hevy metal, el quinteto australiano jamás cayó en la debilidad de hacer cancioncitas blandengues y melodiosas, de esas que sirven para que en los conciertos el público saque sus encendedores o balancee los brazos en todo lo alto. No. La música de AC/DC ha sido de alto octanage desde su primer álbum hasta el más reciente. Es una banda que nunca ha dado concesiones y no se ha preocupado por mostrar una imagen correcta. Angus Young y compañía son guarros y no tratan de disimularlo. Con un extraordinario sentido del humor, se burlan de todo y de todos, pero en especial de sí mismos. Nada se toman en serio, salvo el hecho fundamental de hacer e interpretar el mejor rock and roll, el más estruendoso y rudo. Porque hay que aclarar un equívoco que coloca al grupo siempre entre los exponentes del metal: lo que hace AC/DC es simple y sencillamente rock duro. Musical y letrísticamente, su propuesta está bastante alejada de la de las agrupaciones heavymetaleras. Rock felizmente sólido y directo, fruto de la entraña, del sudor, del aliento alcohólico, de las dentaduras podridas, de la fealdad, del machismo más jocoso y desafiante. Es un rock muy poco apto para sensibilidades exquisitas. Es un rock deliciosamente burdo, rudimentario, ríspido, pero ejecutado con un talento incomensurable. En AC/DC ha vivido siempre el espíritu primigenio del rock and roll, su esencia, su raíz. Con sus altas y sus bajas, ha tenido la capacidad de mantenerse fiel a su propuesta original. Me equivoqué al principio de estas breves consideraciones introductorias: no se trata de una de las agrupaciones más coherentes de la historia del rock. Es la más coherente de todas.
  For those about to rock (We salute you).

(Publicado originalmente en el Especial de La Mosca en la Pared No. 38, de marzo de 2007. El texto lo escribí a manera de prólogo).

martes, 1 de noviembre de 2016

¿Quién es Greg Holden?


Para quienes siempre buscamos nueva música y nuevos músicos, los instrumentos que hoy en día nos brinda la tecnología son invaluables. Cuando yo era adolescente, durante la segunda mitad de los años sesenta y la primera de los setenta de la centuria pasada, la única manera de conocer en México lo nuevo que surgía en el mundo dependía de lo que buena o malamente apareciera en las pocas revistas especializadas o en la limitadísima radio de amplitud modulada.
  Hoy, en cambio, gracias a internet y a herramientas como You Tube, Spotify y multitud de páginas y plataformas, podemos descubrir a compositores y ejecutantes de todo el planeta desde la comodidad de nuestras computadoras, tablets o teléfonos celulares.
  Al cantante y compositor escocés Greg Holden lo descubrí apenas en la madrugada de este domingo, cuando una canción suya (“The Lost Boy”) apareció en una escena culminante de la quinta temporada de la serie Sons of Anarchy que veía yo en Netflix. Me gustó tanto el tema que lo localicé por medio de Shazam; luego lo busqué en Spotify y ahí me encontré con dos de los tres discos de este estupendo artista, un trovador que hace un alt-folk fino, poético y lleno de sentimiento (ese feelin’ que hoy día ya no se encuentra tan fácilmente).
  Nacido en Aberdeen, Escocia, en 1983, y avecindado en Nueva York, Holden tiene en su haber los álbumes A Word in Edgeways (2009), I Don’t Believe You (2102) y Chase the Sun (2015). Su evolución musical y letrística ha sido notable en apenas seis años, lo cual se nota en cada uno de los discos, pues ha ido de una austeridad instrumental inicial a una mayor sofisticación, como podemos escuchar en el estupendo Chase the Sun.
  Canciones como “I Don’t Believe You”, “Save Yourself”, “Bulletproof”, “It’ll All Come Out” o la ya mencionada “The Lost Boy” son muestras de la calidad autoral de este escocés de 33 años a quien habría que poner atención por todo lo que promete a futuro.
  Un músico muy interesante y talentoso.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)