lunes, 11 de febrero de 2019

Grandes discos de 1969: "Happy Trails" de Quicksilver Messenger Service


Un gran álbum que cumple 50 años, uno de los mejores discos "en vivo" de la historia del rock con la legendaria, espectacular y espléndida versión de "Who Do You Love?", original de Bo Diddley, que ocupa todo el lado A del acetato. Un LP orgullo de mi colección.

domingo, 10 de febrero de 2019

Grandes discos de 1969: "The Turning Point" de John Mayall


Una maravilla del blues británico de fines de los sesenta. Una grabación finísima con una insólita formación en la que no había baterista. Una joya. Un gran disco.

jueves, 7 de febrero de 2019

Reality


Después de Heathen, resultó claro que David Bowie estaba haciendo música más que nada por el simple placer de hacerla y ello quedó comprobado con Reality (2003).
  De nuevo con Tony Visconti como socio creativo en el estudio, Bowie retomó elementos de su época setentera (hay referencias musicales a álbumes como Hunky Dory, Heroes y por supuesto Scary Monsters), aunques perfectamente actualizados.
  Reality es un disco muy luminoso que nos habla sobre la situación individual por la que en 2003 pasaba el músico. Madurez, la llaman algunos. Hay en él canciones realmente memorables. La estupenda “New Killer Star” con la que arranca el disco es tan buena como “Pablo Picasso” (con su evocativa guitarra española en el solo) y lo mismo puede decirse de la melancólica “The Loneliest Guy”, la rocanrolera “Never Get Old”, la suplicante “Looking for Water”, la bella y sencilla “Days”, la deliciosamente pop-roquera “Fall Dog Bombs the Moon”, la explosiva “Reality” (muy Scary Monsters) y, sobre todo, un cover muy emotivo y respetuoso de la preciosa “Try Some, Buy Some” de George Harrison y la que a mi juicio es la mejor pieza del álbum, la extraña y fascinante “Bring Me the Disco King”.
  Alguien ha dicho que algunos rocanroleros veteranos mantienen la capacidad para seguir haciendo discos cómoda y satisfactoriamente clasisistas, sin que resulten necesariamente nostálgicos o anticuados. Sin duda alguna, David Bowie fue uno de ellos.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial de La Mosca en la Pared No. 10, dedicado a David Bowie y publicado en abril de 2004)

miércoles, 6 de febrero de 2019

Heathen


El primer álbum de David Bowie en el siglo veintiuno es un dignísimo y muy prometedor trabajo. De una y muchas maneras representó un renacimiento para el de Brixton, no sólo porque cambió de disquera (de Virgin a Columbia), no sólo porque era el primero de su propio sello (ISO), sino porque en lo meramente artístico también significó un cambio y un paso tan grande que podríamos considerar a Heathen (2002), sin exageración alguna, como una obra a la altura de los grandes clásicos bowieianos.
  Con Tony Visconti como su co-productor de nueva cuenta, después del enorme Scary Monsters de veintidós años atrás, Bowie realizó un gran trabajo, haciendo un uso exhaustivo y preciso de todos los recursos del estudio, tocando casi todos los instrumentos menos el bajo (incluso ejecuta la batería en el segundo corte) y con invitados de primer orden en las guitarras, como Pete Townshend y Dave Grohl.
  Todos los temas son espléndidos, desde el subyugante e inicial “Sunday” y el seductor “5:15 the Angels Have Gone” hasta los dos covers que se incluyen: uno de Pixies (“Cactus”) y otro de Neil Young (“I've Been Waiting for You”).
  Un álbum consistente y deliciosamente calmo.

martes, 5 de febrero de 2019

Hours


Un disco refrescante, una obra que es como una bocanada de aire limpio. Después de los intrincados intentos de Outside y Earthling, un álbum como Hours (1999) representó un regreso a la sencillez rocanrolera.
  Último disco de Bowie en los noventa, último disco de Bowie en el siglo veinte, este Horas no se parece en realidad a una sola de sus grabaciones anteriores… y hablamos de todas sus grabaciones. Esto no significa por supuesto que se trate del mejor trabajo del músico ni mucho menos, aunque sí puede considerarse el mejor de los cuatro que hizo durante la última década de la pasada centuria.
  En general estamos ante una obra relajada, fina, gozosa, plena, una especie de síntesis de lo que el músico había hecho durante treinta años de carrera pero transmutado al penúltimo año del milenio que terminaba. Ahí están piezas tan buenas como “Thursday Child”, “Something in the Air”, “Seven”, “Survive” y la estupenda “The Pretty Things Are Going to Hell”.
  Hours es un disco muy valioso, no sólo por lo que representa o significa, sino por su calidad musical y letrística. Una pequeña joya que anunciaba el advenimiento de espléndidos trabajos para el nuevo siglo.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial de La Mosca en la Pared No. 10, dedicado a David Bowie y publicado en abril de 2004)

lunes, 4 de febrero de 2019

Earthling


Producir Earthling (1997) fue para Bowie como quitarse un enorme peso de encima. Porque si con Outside se había ido a los extremos de la pretensión, de una incontrolable complejidad y de una exagerada sobreproducción, supo rectificar a tiempo y hacer de Earthling un disco que si bien no renunciaba a trabajar con la música del momento, sí aligeraba sus sonidos y los hacía mucho más accesibles y más, digamos, terrestres.
  Esto no quiere decir que haya vuelto a la superficialidad popera de la época de Let’s Dance y Tonight, sino que tomó elementos del techno y el jungle para componer su nuevo material y el resultado fue muy satisfactorio.
  No se trata ciertamente de un gran disco, sobre todo porque de pronto da la impresión de que los beats del jungle fueron sobreimpuestos a canciones convencionales y eso produce un efecto de cierta artificialidad. Sin embargo, Bowie parece moverse aquí mucho más a sus anchas que en su trabajo anterior y el hecho se traduce en una gran frescura y una mayor amplitud musical que son especialmente notorias en temas como “Little Wonder”, “Seven Years in Tibet”, “Dead Man Walking”, “Telling Lies” y la controvertida “I’m Afraid of Americans”.
  Un buen álbum.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial de La Mosca en la Pared No. 10, dedicado a David Bowie y publicado en abril de 2004)

domingo, 3 de febrero de 2019

Outside


Si Ziggy Styardust es un álbum conceptual, Outside (1995) lo es aún más. Casi diríamos que es un trabajo híper conceptual y muy (quizá demasiado) pretensioso.
  Se trata de una nueva colaboración con Brian Eno, luego de la trilogía Low-Heroes-Lodger de casi veinte años atrás. Como en aquellos días, las experimentaciones atmosféricas y disonantes están presentes, pero esta vez enriquecidas con elementos de la música imperante en 1995: el industrial y el grunge principalmente.
  El disco crea un personaje (Nathan Adler) y es como una novela negra de anticipación en la cual predominan los temas del crimen y el arte (¿el asesinato como una de las bellas artes?) y las cuestiones del ciberespacio.
  En su estridente ambición, el álbum falla por su exagerada complejidad. Confuso, irregular, con menos momentos brillantes que grises, Outside vale más por lo que representa como intento por recuperar el impulso artístico que como obra en sí. Para fortuna de Bowie, vendrían cosas mejores.