martes, 28 de marzo de 2017

El retorno de Depeche Mode


Hay regresos discográficos que dan pena ajena. Retornos que buscan recobrar viejas glorias y que lo único que recuperan es la certeza de que no todos los cerros reverdecen. Afortunadamente no es el caso de Depeche Mode y su flamante disco Spirit (Columbia/Sony Music, 2017), uno de los álbumes más finos y poderosos en lo que va del presente año.
  Spirit refleja el espíritu de los tiempos que vivimos, estos tiempos de desencanto y decepción, de guerra y violencia, de populismos de izquierda y de derecha; los tiempos de Donald Trump en la Casa Blanca y del Brexit en Gran Bretaña, los tiempos del terrorismo y de la amenaza de un nuevo militarismo como única respuesta.
  Esa es la temática de la mayoría de las doce composiciones que conforman el nuevo plato del trío inglés. No es, sin embargo, un disco de consignas fáciles y de frases efectistas. Se trata de una obra altamente crítica y politizada, pero a la vez reflexiva, introspectiva y con un dejo, a pesar de todo, esperanzador.
  Martin Gore, David Gahan y Andrew Fletcher quieren hacer patente su enojo ante la situación del mundo y lo expresan con enorme claridad en temas como “Going Backwards”, “Where’s the Revolution”, “The Worst Crime”, “Poorman” y “Scum”. Pero también se dan tiempo para meditar y buscar salidas en el humanismo y el amor, como lo cantan en “Eternal” y en “So Much Love”.
  Producido por James Ford (quien ha trabajado con Simian Mobile Disco, Florence + the Machine y los Arctic Monkeys), Spirit consigue un sonido que en mucho recuerda al del propio Depeche Mode en álbumes como Ultra (1997) y Exciter (2001).
  Especial atención merece la canción con la que cierra el álbum: “Fail”. Oscura y triste, cantada por Gore, es una meditación al mismo tiempo hermosa y pesimista que pronuncia frases como “Nuestra conciencia está en bancarrota / Estamos jodidos”. En pocas palabras: los humanos hemos fallado.
  Un disco de gran fuerza y de una calidad musical impresionante. Un reflejo testimonial de la época.
  Uno de los álbumes del año. Seguramente.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

martes, 21 de marzo de 2017

Chuck B. Goode


A raíz de la muerte de Leonard Cohen y de otros roqueros “viejos”, escribí el año pasado que los más veteranos de todos aún seguían vivos. Me refería a los pioneros del rock n’ roll y en específico a Little Richard, Jerry Lee Lewis y Chuck Berry. Hace tres días este último dejó de existir, a sus 90 años de edad, y nos legó una obra artística sin parangón y una biografía llena de delirantes contradicciones.
  Estamos ante uno de los pocos verdaderos genios musicales del siglo XX. Berry revolucionó el status quo de la música popular de mediados de los años cincuenta, cuando logró fusionar dos segmentos que parecían ajenos y hasta antagónicos: el de la música campirana de los blancos y el del blues y el rhythm n’ blues de los negros. El nuevo género fue bautizado como rock n’ roll y cambió –lo digo sin exageraciones– la historia de la humanidad.
  Tan sólo el riff de “Johnny B. Goode” fue capaz de trastocar siglos de racismo y logró que los jóvenes de todas las razas hicieran añicos esquemas y prejuicios y se pusieran a cantar y bailar juntos. Canciones como “Sweet Little Sixteen”, “Maybelline”, “Memphis”, “Roll Over Beethoven” o “Rock and Roll Music” marcaron a una nueva generación de músicos de todo el mundo, quienes se volvieron rocanroleros y contribuyeron a desarrollar un género que a más de 60 años de distancia se conserva sano y salvo, a pesar de los caprichos de la industria y el mainstream.
  En cuanto a sus letras, fue un cronista de su época y el propio John Lennon lo definió alguna vez como el gran poeta de su generación. De ese tamaño era la calidad de lo que escribía con gran sentido del humor y una admirable y fina capacidad para la observación y el doble sentido.
  La historia de los Beatles y los Rolling Stones, de los Beach Boys y hasta la del propio Bob Dylan no habría sido lo que fue si antes de ellos no hubiese existido Chuck Berry. Desde Elvis Presley hasta Radiohead, todos le deben algo a este nacido en St. Louis, Misuri, en 1927.
  Go, go, go Chuck go!

(Publicado el día de hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

domingo, 19 de marzo de 2017

El primer álbum solista de John Lennon


Si el primer álbum como solista de Paul McCartney (McCartney, 1970) fue una obrita bastante superficial y rosa, más simpática que trascendente (aunque con un par de temas estupendos, en especial “Maybe I’m Amazed”), el primer disco de John Lennon (Plastic Ono Band, 1970) resultó todo lo contrario.
  Se trata de un terrible manifiesto individualista, en el cual el músico deja salir toda la amargura y la decepción acumuladas a lo largo de los años. Mucho tuvo que ver en esto no sólo el aún muy reciente rompimiento de los Beatles y la relación con su mujer, Yoko Ono, sino también las sesiones de psicoanálisis a las cuales estaba sometido en el diván del doctor Walter Janov, quien en su libro The Primal Scream (El grito primario) recomendaba gritar como una forma de terapia.
  Plastic Ono Band es un trabajo personalísimo, visceral, en el que John muestra sin tapujos sus entrañas más desgarradas y sus miedos y dolores más profundos. Es un disco lleno de enojo, un disco lleno de ansiedad, un disco lleno de vulnerabilidad. Iracundo y tierno, irónico y suplicante, infantil y maduro, exasperado y generoso, en este álbum se conjugan, con una claridad pocas veces lograda por alguien, el amor y el odio como dos caras de una misma moneda, la moneda que pone, sobre la mesa y a la vista de cualquiera, un ser humano con todas sus virtudes y todos sus defectos, con todas sus bondades y todas sus falencias.
  Sin otorgar la menor concesión, Lennon grabó un grupo de composiciones austeras, en ocasiones incluso casi minimalistas, con una instrumentación escasa y su voz apasionada como salida de escape para su angustia. Lo paradójico es que a pesar de su crudeza, los once temas que conforman el plato poseen una calidad letrística y sobre todo musical extraordinaria. No son canciones monótonas y tampoco se parecen entre sí. Las melodías están muy bien logradas y varias de ellas se convirtieron en clásicos instantáneos que a 47 años de distancia perduran en la conciencia de la gente.
  El álbum inicia con uno de los lamentos más escalofriantes en la historia no sólo del rock, sino de la música popular toda, la impactante “Mother” (con su complementaria contraparte final, la desolada “My Mummy’s Dead”). En “Mother”, Lennon grita más que cantar, implora más que interpretar. Es un tema de orfandad, un reclamo a la vida que le arrebató a su madre siendo aún muy joven. Es asimismo un reclamo a su padre, por haberlo abandonado. De ahí la frase final varias veces repetida con desesperación: “Mamá, no te vayas; papi, ven a casa”. Voz, piano, bajo y una sencilla percusión son todos los elementos del arreglo.
  Otros temas importantes del disco son “I Found Out” y “Well, Well, Well”, pero el dolor y la rabia vuelven a manifestarse en la conmovedora “Isolation”, el mayor canto a la soledad del que quien esto escribe tenga memoria. En cambio, “Love” es una de las más bellas y sencillas canciones de amor, con una letra tan simple como dulce, un remanso en medio del atormentado y catártico álbum. Por su parte, “Working Class Heroe” se ha convertido en todo un himno, con su mensaje de protesta contra las injusticias del mundo y su arreglo folk que en mucho recuerda al primer Bob Dylan; un corte altamente politizado que anunciaba muchas de las posturas ideológicas del músico.
  No obstante, el tema más controvertido desde una perspectiva sobre todo humanista es sin duda “God”. He aquí un apabullante y si se quiere hasta soberbio (en todos los sentidos de la palabra) ajuste de cuentas con la humanidad o cuando menos con algunos de sus líderes y representantes más conspicuos. Desde la frase inicial: “God is a concept by which we measure our pain” / “Dios es un concepto mediante el cual medimos nuestro dolor” (satirizada en 1972 en el tema “Magical Misery Tour” del disco Radio Dinner de la National Lampoon con la sardónica línea “Yoko is a concept by which we measure our pain”), sabemos que no se trata de una simple canción sino de una verdadera declaración de principios, el nuevo manifiesto lennoniano en el cual, acompañado por una música que va in crescendo aunque al final regresa al origen, John enlista a todos aquellos personajes y todas aquellas cuestiones de las cuales descree, desde Jesucristo hasta Adolfo Hitler, pasando por La Biblia, Buda, la religión hindú, los Kennedy, Elvis Presley, Robert Zimmerman (es decir, Dylan) y, por supuesto, los Beatles. Todo para concluir con su nueva proclama: “Sólo creo en mí, en Yoko y en mí” y las palabras que para muchos marcaron el fin de una era: “The dream is over” (“El sueño terminó). U2, por cierto, trató de dar una respuesta políticamente correcta a esta enorme canción con su blandengue “God II”, pero terminó por hacer el ridículo.
  ¿Es Plastic Ono Band una obra nihilista? Sí, pero también, en el fondo, se trata de una honda plegaria por la vida.

(Reseña que escribí para el Especial No. 26 de La Mosca en la Pared dedicado a John Lennon, a 25 años de su muerte, y publicado en diciembre de 2005)

viernes, 17 de marzo de 2017

Daydream Nation


Para muchos la obra maestra de Sonic Youth, el doble álbum Daydream Nation (1988) es un trabajo que redefinió los rumbos de la banda –después de cinco discos en los cuales el noise, los fuertes ataques de guitarra, los cambios rítmicos, las estructuras atípicas y las atonalidades eran la constante–, pero también redefinió el desarrollo mismo del rock, en especial de esa vertiente conocida como alternativa y que a finales de la década de los ochenta aún podía ostentarse como tal.
  Daydream Nation es algo así como el equivalente subterráneo del álbum blanco de los Beatles, dada la variedad estilístiica de los doce cortes que lo conforman. Nada que ver con que el grupo diera concesiones al mainstream. Simplemente se trataba de ampliar el espectro musical de la banda con mayores experimentaciones y con la idea de abarcar géneros como el punk o las formas clásicas de la canción popular. Es por ello que temas como “Teen Age Riot” (con un cierto sonido que la acerca al rock pop) o “Silver Rocket” tuvieron tanto impacto entre un mayor número de gente que la que hasta ese entonces seguía al cuarteto neoyorquino.
  Por supuesto que aquí están también los largos pasajes monocromáticos e hipnóticos que han sido característica fundamental de Sonic Youth desde que grabara Confusion Is Sex en 1983, lo mismo que las repentinas explosiones de guitarras que le dieran su sello noise. Otros cortes destacables son “Total Trash”, “Hey Joni”, la siniestramente hermosa “Candle” y la muy peculiar experimentación en estudio de “Providence” (algo así como la “Revolution No. 9” de Sonic Youth).
  Un álbum de puro y absoluto avant rock.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial de La Mosca en la Pared No. 39, publicado en abril de 2007 y dedicado a Sonic Youth)

lunes, 13 de marzo de 2017

The Rolling Stones


Han sido llamados la mejor banda de rock and roll sobre la Tierra. Durante más de cuarenta años su presencia ha estado ahí, siempre presente. Los Rolling Stones son parte inalienable de la música popular del siglo veinte y su influencia sólo es superada por la de los Beatles, con quienes siempre se les comparó hasta el grado de considerárseles “rivales”. Herederos musicales de los grandes intérpretes de blues, rhythm and blues y soul de los Estados Unidos, estos londinenses no sólo ayudaron a reivindicar la música de gente como Willie Dixon, Howlin’ Wolf, Muddy Waters o Jimmy Reed, sino que la adaptaron a un estilo propio y lograron crear un sello característico. Los talentos unidos de Mick Jagger, Keith Richards, Brian Jones, Bill Wyman y Charlie Watts conformaron una sólida agrupación que durante la década de los sesenta dio vida a canciones y álbumes que han trascendido hasta convertirse en iconos de la centuria pasada. Y lo mismo hicieron durante la primera mitad de los setenta, ya sin el malogrado Jones y con Mick Taylor en su lugar, y más tarde en los ochenta y los noventa (con Ron Wood como nuevo integrante), aunque en estos dos últimos decenios –hay que decirlo– con menor genio creativo. Temas como “(I Can’t Get No) Satisfaction”, “The Last Time”, “Street Fighting Man”, “Ruby Tuesday”, “Sympathy for the Devil”, “Jumpin’ Jack Flash”, “She’s a Rainbow”, “Honky Tonk Women”, “Brown Sugar”, “I Got the Blues” o “Angie” y discos como Out of Our Heads, Beggars Banquet, Let It Bleed, Sticky Fingers y Exile on Main Street significan un legado perenne que ha marcado a varias generaciones. Si en algún momento llegó la decadencia, si Jagger sucumbió ante los oropeles del jet set internacional o Richards ha tenido serios problemas con su adicción a las drogas duras, son cuestiones anecdóticas que no cuentan a la hora de evaluar lo que al final siempre queda: la obra artística, en este caso la música de altísimo nivel y enorme autenticidad que los Rolling Stones regalaron al mundo, es decir, a nosotros. ¿Es sólo rock and roll? Pues sí. Pero cómo nos gusta.

(Prólogo del Especial de La Mosca en la Pared No. 11, dedicado a los Rolling Stones y aparecido en mayo de 2004).

miércoles, 1 de marzo de 2017

Leisure


El álbum debut de Blur (1991) no fue todo lo brillante que sus integrantes y sus productores pensaban. Cierto que contiene un par de temas magníficos (la protopsicodélica “She’s So High” y, sobre todo, la cuasi manchesteriana “There’s No Other Way”), pero el resto del material resulta poco atractivo y un tanto cuanto pretencioso.
  Posiblemente puedan salvarse otros cortes (como “High Cool”, “Fool” y “Slow Down”), pero en realidad hay demasiadas reminiscencias de agrupaciones apenas un poco anteriores, como The Stone Roses, The Happy Mondays o The Charlatans e incluso The Smiths. Blur no alcanzaba aún a definir un sonido característico, algo que sin embargo lograría apenas en su siguiente trabajo. Pero eso sí: “There’s No Other Way” es una gran canción.

(Reseña que iba a aparecer en la discografía del Especial de La Mosca dedicado a Blur y que ya no pudo ver la luz a princiupios de 2008).