miércoles, 29 de noviembre de 2017

La pandilla de los cuatro


Los músicos de sesión. Los músicos de estudio (de estudio académico y de estudio de grabación). Esos grandiosos instrumentistas casi siempre anónimos que tienen tanto que ver, con su apoyo y su aporte, en el surgimiento de las grandes estrellas. Esto se da en todos los géneros musicales, pero en la historia del rock ha sido algo especialmente importante.

Piedras que ruedan
Jimmy Page se inició como tal y se dice que el célebre solo de guitarra de “You Really Got Me”, de los Kinks, fue obra suya y no de Dave Davies, ya que éste no lograba dar con lo que su hermano Ray, autor de ese tema clásico de 1964, pretendía. Se cuenta también que cuando los Beatles grabaron “Love Me Do”, Ringo Starr tocó tan mal que George Martin lo tuvo que reemplazar por un baterista de estudio.
  Grandiosos músicos de sesión, encabezados por Al Kooper, estuvieron en ese discazo de blues blanco que es el Super Session, de 1968. Pero el propio Kooper había sido músico de estudio, con su órgano, en el histórico Blonde on Blonde que grabó Bob Dylan en 1966 (¿recuerda usted la versión original de “Like a Rolling Stone”? Al Kooper es quien está detrás de los inolvidables teclados).

Los cuatro fantásticos
A fines de los años sesenta del siglo pasado, cuatro grandes músicos vieron sus destinos reunidos para participar en una serie de discos grandiosos, algunos de ellos hoy verdaderos incunables.
  Quizás a usted nada le digan los nombres de Bobby Keys, Jim Price, Carl Radle y Jim Gordon. Sin embargo, si ha escuchado álbumes como Delaney & Bonnie & Friends On Tour with Eric Clapton (1970), Mad Dogs & English Men de Joe Cocker (1970), All Things Must Pass (1970) y The Concert for Bangladesh (1971) de George Harrison, Eric Clapton (1970) de Eric Clapton, Layla and Other Assorted Love Songs de Derek and the Dominos (1969), Alone Together de Dave Mason o la tetralogía conformada por Let It Bleed (1969), Sticky Fingers (1971), Exile on Main Street (1972) y Goats Head Soup (1973) de los Rolling Stones, por citar tan sólo algunos, es seguro que a sus oídos han llegado los sonidos del sax de Keys, la trompeta de Price, el bajo de Radle y/o la batería de Gordon.
  No que en todos esos discos estén siempre los cuatro juntos (aunque en algunos sí), pero sí al menos uno o dos de ellos. Así, por ejemplo, Bobby Keys y Jim Price están en la tetralogía de los Stones, mientras que Gordon y Radle formaron parte de Derek and the Dominos, el célebre grupo liderado por Eric Clapton. No obstante, los cuatro participaron en los platos de Cocker, Harrison, Delaney & Bonnie y el álbum debut del propio Clapton.

Una cofradía de lujo
En realidad, lo que existía era una especie de cofradía de instrumentistas y coristas que giraba alrededor de las mencionadas superestrellas del rock y de otras como Leon Russell, el grupo Traffic o el mismísimo John Lennon. A esa cofradía esplendorosa pertenecía también, además de los cuatro mencionados, gente como el pianista Chris Stainton, el organista Bobby Whitlock o la cantante Rita Coolidge (verdadera levantadora de pasiones entre varios músicos, muy especialmente el gran Stephen Stills, sempiterno y frustrado enamorado de la intérprete, a quien en 1971 escribió la canción “Sugar Babe”).
  Me interesa rescatar del olvido a esos tremendos intérpretes, por sus grandes merecimientos. De los cuatro ya sólo sobreviven Jim Price y Jim Gordon (Carl Radle murió en 1980 y Bobby Keys falleció de cáncer pulmonar en diciembre de 2014, a los 70 años). Todos merecen ser revalorados.

martes, 28 de noviembre de 2017

Malcolm el de en medio


No, no me refiero a la ácida y conocida serie de televisión, sino a Malcolm Young, fundador del mítico grupo de rock duro AC/DC, quien falleció hace diez días y a quien llamo el de en medio porque siempre estuvo entre la figura de su hermano menor, Angus (el delirante y eficaz guitarrista de pantalones cortos), y la de los dos vocalistas que tuvo el quinteto: Bon Scott y Brian Johnson.
  Cuenta la leyenda que en un principio era el guitarrista líder, pero que decidió cambiar ese lugar con Angus porque si tocaba tantos solos, no podría usar su mano derecha para beber cerveza durante sus actuaciones.
  Nacido en Escocia en 1953 y emigrado a Australia una década después, Malcolm Young era el letrista principal de las canciones de la agrupación y en él descansaba la estructura básica de la misma. Desde muy joven aprendió a tocar la guitarra y fue de hecho quien le enseñó a Angus los secretos de las seis cuardas. Luego de estar en algunos grupos de Sidney, en 1973 decidió formar el suyo propio y optó por tener dos guitarras, para lo que llamó a su hermano. El resto lo conformó con el bajista Mark Evans, el baterista Phil Rudd y el delirante vocalista Bon Scott. El nombre del conjunto fue desde un principio AC/DC, a sugerencia de su hermana Margaret.
  El quinteto jamás cayó en la tentación de hacer canciones blandengues y melodiosas. Su música fue de alto octanaje desde su primer álbum. Era una banda que no daba concesiones ni se preocupaba por mostrar una imagen correcta. Malcolm y compañía eran guarros y no trataban de disimularlo. Con un extraordinario sentido del humor, se burlaban de todo y de todos, pero en especial de sí mismos. Sólo se tomaban en serio el hecho fundamental de hacer el mejor rock and roll, el más estruendoso, el más rudo y el más duro.
  En 2014, Malcolm Young –quien era alcohólico– enfermó de demencia y debió retirarse del grupo y de la música. Perdió la memoria a corto plazo y fue internado en una clínica para padecimientos mentales. Falleció el pasado 18 de noviembre. Back in black.

(Mi columna "Gajes del orificio" de hoy en la sección ¡hey! de Milenio Diario)

miércoles, 22 de noviembre de 2017

El primer disco de Queen


Contra lo que muchos piensan, tal vez de manera un tanto prejuiciada, el primer disco de Queen es un trabajo no sólo digno y aceptable, sino bastante sólido y valioso. Cierto que no puede compararse con sus grandes álbumes, mas para ser su debut, el cuarteto mostraba ya en potencia sus futuros alcances.
   Conocido básicamente por su éxito “Keep Yourself Alive”, Queen (1973) contiene sin embargo varios temas que merecerían ser reconsiderados. Cuenta la historia que el disco tardó dos años en ser grabado, debido a que el grupo no contaba con los medios económicos necesarios para producirlo normalmente y lo trabajaba a horas en las cuales el estudio de grabación no era requerido. A pesar de ello, el plato mantiene una notable uniformidad y el nivel de calidad de sus canciones es realmente admirable.
  Ahí está ya en ciernes todo el estilo que caracterizaría a Queen: desde el manejo asombroso de la voz de Freddie Mercury hasta la compacta y firme sección rítmica que haría del bajo de John Deacon y la batería de Roger Taylor un sello de fábrica, pasando por supuesto por el virtuosismo de Brian May y su forma de grabar varias guitarras sobrepuestas. Aparte del corte ya mencionado, destacan también joyitas como las pesadas “Son & Daughter”, “Liar” y “Great King Rat” o composiciones tranquilas como “Doing All Right” y “The Night Comes Down”.
  Un disco no sólo fundacional sino fundamental, en todos los sentidos del término.

(Reseña publicada en el No. 13 de los especiales de La Mosca en la Pared, en diciembre de 2004)

martes, 7 de noviembre de 2017

Dos mujeres, dos propuestas


No, no me refiero a Natalia Lafourcade o Carla Morrison. Tampoco a Ximena Sariñana o Mon Laferte. En realidad, hablo de dos grandes compositoras e intérpretes prácticamente desconocidas en nuestro país, a pesar de ser reconocidas mundialmente por sus impecables cualidades artísticas. Quizá sus nombres no le suenen mucho, estimado lector, pero lo invito a sumirse en la música de Aimee Mann y Laura Marling. A manera de iniciación, sólo escuche usted sus respectivos discos de 2017.
  Aimee Mann lleva ya muchos años en el camino. Su primero álbum, el estupendo Whatever, data de 1993. A casi un cuarto de siglo de su debut y a sus 57 años, la nacida en Richmond, Virginia, llega con Mental Illness, su noveno trabajo en estudio, una joya llena de perfección. “Mi disco más triste, más tranquilo y más acústico”, dice del mismo. Sin embargo, no es una obra autobiográfica, sino fruto de las capacidades de Mann como observadora de su entorno y de cómo algunas personas viven las pequeñas y grandes tragedias de la vida diaria. Una obra melancólica, introspectiva y de gran belleza, producida de un modo tan sutil que evita caer en el melodrama fácil y acaba por proporcionarnos más de una luz. Una preciosidad.

Treinta años más joven, Laura Marling acaba de grabar   Semper Femina en su disquera propia: More Alarming Records. La joven cantautora inglesa sigue sorprendiendo con cada álbum que produce. Su calidad como compositora e intérprete parece llevar una dirección siempre ascendente, como muestra en este su sexto opus. Aunque la influencia de antecesoras como Joni Mitchell sigue siendo notoria, la cantante va más allá del sonido folk de sus inicios y con letras inteligentes y provocadoras, más una música a la vez sencilla y suntuosa –que de pronto remite a Kate Bush y Tori Amos–, consolida una paradójica originalidad que la hace tan seductora como irresistible. Todo esto cuando apenas cumplió 27 febreros.
  Dos mujeres, dos propuestas inteligentes y de enorme calidad musical. No se las pierda.

(Mi columna "Gajes del orificio" de hoy, publicada en la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 6 de noviembre de 2017

"I and Love and You" de los Avett Brothers


Por lo general, las historias sobre hermanos que forman parte de una misma banda de rock son más bien difíciles y conflictivas. Aunque por ahí se diga que no hay armonía más bella que la armonía fraterna, casos como los de los hermanos Gallagher de Oasis o los hermanos Davies de los Kinks son todo menos ejemplares y mucho menos idílicas. Algo similar puede decirse de los Everly Brothers, los Allman Brothers y los Bee Gees.
  A pesar de todo lo anterior, se da uno que otro caso en el cual los hermanos pueden convivir de manera más o menos tranquila y uno de ellos es el de Scott y Seth Avett, mejor conocidos como The Avett Brothers, cuya armonía fraternal se decanta en composiciones de enorme hermosura y sutileza, tanto desde un punto de vista letrístico como desde los terrenos musicales, en los que sus temas destacan por los finísimos arreglos instrumentales y vocales.
  En 2009, esta banda de Concord, Carolina del Norte, puso en circulación uno de los mejores discos del año y de mucho tiempo. Producido por Rick Rubin, I and Love and You (American Recordings) es el primer album de los Avett Brothers para una disquera grande, pero ya tenían detrás la grabación de cinco placas cuya calidad nada le pide a su sexta producción. Trabajos como su EP homónimo de 2001, Country Was (2002), Mignonette (2004), Four Thieves Gone (2006) y Emotionalism (2007) son espléndidas obras en las que el estilo del grupo se ha ido puliendo hasta alcanzar enormes alturas artísticas.
  I and Love and You es uno de esos discos que aparecen muy de vez en cuando. Se trata de una obra llena de magia, con una musicalidad encantadora (en el sentido literal de la palabra), una amalgama de estilos que se enraiza en lo más auténtico de la música estadounidense, especialmente en el folk, el country y el bluegrass, pero también en el rock e incluso en el mejor pop.
  La historia de los Avett Brothers tiene algo de magia, ya que, a pesar de su calidad indiscutible, podrían seguir en el ostracismo de su ciudad natal, sin que alguien más allá de ese entorno supiera algo de su música. Quiso el destino, sin embargo, que al afamado productor Rick Rubin se le ocurriera un día ponerse a buscar al azar bandas desconocidas en YouTube y de casualidad diera con ellos. El sonido del grupo lo conquistó al momento y de inmediato se puso en contacto con sus integrantes, quienes al principio pensaron que se trataba de una broma de alguien que se hacía pasar por Rubin y pretendía tomarles el pelo. No lo creyeron hasta que traspasaron las puertas de la residencia del productor de discos tan disímbolos y conocidos como Licensed to Ill de los Beastie Boys, Shake Your Money Maker de The Black Crowes, Californication de los Red Hot Chili Peppers y la serie American Recordings de Johnny Cash, entre muchos otros.
  Rick Rubin les dio libertad para grabar como acostumbraban, pero también los impulsó a hacer cosas nuevas y los obligó a repetir las tomas una y otra vez, hasta que quedaran perfectamente pulidas. Esto se refleja en el resultado final del disco, mucho más brillante y fino que cualquiera de sus entrañables pero no del todo cuidados álbumes anteriores.
  Todas las canciones del grupo son escritas por los dos hermanos. Su empatía fraternal los ha llevado a componer verdaderas joyas, varias de las cuales se encuentran en I and Love and You, como la propia pieza que lleva ese nombre y que posee una de las melodías más melancólicas y conmovedoras de los ultimos años, junto con una letra instrospectiva, filosófica y en algunas líneas poéticamente hermética.
  Algo parecido puede decirse de otros temas del mismo disco, como las espléndidas “Laundry Room”, “Ten Thousand Words”, “January Wedding”, “Incomplete and Insecure”, “Tin Man” y “The Perfect Space”.
  “Cuando lo trágico es algo que está a la mano, no es difícil de relatar y menos lo es trasmitírselo a mucha gente. En algunas letras podemos ser muy específicos acerca de algo que nos sucedió en lo personal, pero al final sucede que son cosas que le pasan a todo el mundo y por eso quienes escuchan nuestras canciones pueden identificarse con ellas”, comenta al respecto Scott Avett.
  Cálida, acogedora, nostálgica, aunque en ciertos momentos también divertida, así es la música de The Avett Brothers, una de las propuestas más interesantes del alt-folk estadounidense de la actualidad.