domingo, 14 de enero de 2018

Del galano arte de plagiar


¿Cuál habrá sido el primer plagio en la historia de la música? ¿O se habrá producido más bien en la prehistoria de este arte? Muy posiblemente. Uno puede imaginar la escena: un hombre primitivo, quizás incluso un Neanderthal, escucha a otro producir sonidos acompasados al golpear un palo contra una piedra y le gusta el ritmo. Lo memoriza y luego va a tocarlo ante otros congéneres, haciéndolo pasar como una invención suya. Tal vez así se dio el primer plagio en la historia musical de la humanidad.
  Ya en épocas más documentadas, por ejemplo en los siglos XVII, XVIII y XIX , era práctica común que los compositores tomaran “prestados” diversos temas o motivos de sus colegas pretéritos e incluso contemporáneos. Un caso concreto es el de Ludwig van Beethoven, quien en una de las partes más famosas de su Novena Sinfonía (la popular “Oda a la alegría” de 1824), se fusiló nota por nota un fragmento del Misericordias Domine de Wolfgang Amadeus Mozart, compuesto en 1775.
  “Un buen compositor no imita, roba” declaró Igor Stravinsky en épocas en que los derechos de autor no estaban en boga, como empezaron a estarlo a partir de la segunda mitad siglo XX.
  Ya en los ámbitos de la música popular y más concretamente en el mundo del rock, un caso muy sonado de plagio se dio a principios de los pasados años setenta, cuando George Harrison fue acusado legalmente de robar la estructura armónica y algunas formas melódicas de “He’s So Fine”, del grupo vocal femenino The Chiffons, para hacer su célebre “My Sweet Lord”. El ex beatle aceptó su culpabilidad, perdió el juicio (en el sentido judicial del término) y debió pagar una fuerte indemnización.
  Led Zeppelin también se dio gusto al plagiar, incluso descaradamente, blueses de Willie Dixon (“You Need Love” para hacer “Whole Lotta Love”) y Sonny Boy Williamson (el grupo grabó su canción “Bring It on Home” y se la acreditó a nombre de Jimmy Page y Robert Plant), aunque los casos más sonados fueron el de “Dazed and Confused” que Page firmó como suyo desde los tiempos en que estaba con los Yardbirds, cuando en realidad pertenecía al músico inglés Jack Holmes, y el de “Stairway to Heaven”, cuya parte inicial es sospechosamente parecida a la del tema “Taurus” del grupo estadounidense Spirit.
  En tiempos más cercanos, la música pop ha dado claros ejemplos de plagios más o menos escandalosos. Por ejemplo, está el caso de la canción “Blurred Lines” de Robin Thicke, demasiado coincidente con “Got to Give It Up” de Marvin Gaye (Thike fue demandado y perdió); el de “Girlfriend” de Avril Lavigne, casi idéntica en el coro a “I Want to Be Your Boyfriend” de los Rubinoos; el de “Viva la Vida” de Coldplay, tan pero tan semejante melódicamente a “If I Could Fly” de Joe Satriani, o el de “Locked Out of Heaven” de Bruno Mars que no podía parecerse más a “Roxanne” de The Police”. Y así como esos hay varios casos más que involucran a Madonna, Lady Gaga, Michael Jackson, Katy Perry y hasta el muy mexicano grupo Panda, acusado de plagiar canciones de grupos como Fall Out Boy, My Chemical Romance, Sum 41, Bright Eyes y un largo etcétera que incluye a los Ramones, los Smashing Pumpkins y ¡los Beatles! (como leí por ahí: si vas a plagiarte a una banda, asegúrate de que no sea la más importante de todos los tiempos).
  Todo para llegar a la presunta demanda de Radiohead a Lana del Rey, por haberse fusilado “Creep” para “componer” su reciente éxito “Get Free”. Cierto que ambas canciones se parecen muchísimo, aunque las dos están basadas en una escala descendente bastante habitual en la música popular, tan habitual que años antes el grupo The Hollies había demandado a Radiohead por robar partes de su canción “The Air That I Breath”, de 1971, para hacer... “Creep” (Lana del Rey podría esgrimir aquello de “ladrón que roba a ladrón”.
  Con todo, resulta difícil determinar qué es un plagio de verdad. ¿Son plagio los sampleos de los raperos, por ejemplo? Hay compositores que de pronto deciden homenajear a algún músico que admiran y lo citan armónica, melódica o hasta rítmicamente y lo hacen con claridad, para que no haya dudas de que se trata de un tributo. En esos casos, no pienso que haya plagio. Pero también existen vivillos que con todo descaro asaltan a otros creadores y con la justificante de “al fin que nadie se va a dar cuenta” (¿en tiempos de internet? C’mon!), hacen pasar como suyo lo que no les pertenece.
  Y no hablemos de los plagiadores literarios...

(Artículo de mi autoría, publicado el día de hoy en la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario)

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