lunes, 17 de marzo de 2014

Las nueve vidas de David Crosby

Uno ve su pinta de abuelo afable y bondadoso, su suave y dulce sonrisa, y resulta difícil imaginar lo que se esconde detrás de ella, lo que hay más allá de su pachona apariencia. David Crosby, sin embargo, se encuentra muy lejos de ser el septuagenario que disfruta sus días tras de una larga y apacible existencia. No digo que hoy no disfrute sus días, pero de que su vida ha sido todo menos apacible sobran las evidencias.
  Nacido en septiembre de 1941, en la ciudad de Los Ángeles, California, Crosby es un sobreviviente, una figura señera de la historia del rock, tanto como integrante de dos agrupaciones fundamentales -The Byrds y Crosby, Stills & Nash (& Young en algunas ocasiones)-, como por su propia carrera solista (su esplendoroso álbum debut, If I Could Only Remember My Name, de 1971, podría considerarse dentro de los mejores cien discos de todos los tiempos en el género).
  Pocos saben que fue Crosby quien convenció a Jimi Hendrix de incluir en su repertorio una canción folclórica que hablaba sobre un hombre que asesinaba de un tiro a su mujer por engañarlo (“Hey Joe”) o que cuando quiso poner una composición acerca de un amoroso ménage a trois (“Triad”) en un disco de los Byrds, sus compañeros se negaron y él decidió abandonar al grupo o que mientras grababa el álbum Déjà Vu (1970) con Stephen Stills, Graham Nash y Neil Young, su novia (Christine Hinton, a quien le escribiera la bellísima “Guinnevere” del primer disco de CS&N) se mató en un accidente automovilístico y David entró en una profunda depresión que lo llevó a consumir alcohol y heroína en cantidades industriales, hasta el punto en que, por temor a que intentara suicidarse, Graham Nash no se separó un instante de su lado.
  Las drogas fueron un terrible problema a lo largo de la vida de Crosby. También el alcohol y también su idea de andar armado (en más de una ocasión fue arrestado por poseer armas de fuego sin permiso). No obstante, a pesar de todo, fueron muchos los momentos luminosos en su vida. Uno de ellos (o más bien dos), cuando a fines de la década de los noventa donó su semen en un par de ocasiones a la pareja lésbica que conformaban la cantante Melissa Etheridge y su mujer, Julie Cypher, fruto de lo cual fueron los dos hijos de la singular pareja-trío. Los tres, junto con los pequeños, fueron en una ocasión sonriente portada de la revista Rolling Stone.
  Valga toda esta larga introducción para decir que después de más de veinte años de haber grabado su último álbum como solista, (el apenas regular Thousand Roads de 1993), David Crosby ha regresado a los terrenos discográficos con un larga duración de absoluta belleza: Croz (Blue Castel Records), aparecido a finales de enero de este 2014.
  A sus setenta y dos años, el autor de maravillas como “Eight Miles High”, “Almost Cut My Hair” y “Long Time Gone” muestra una vitalidad a toda prueba y una creatividad sin límites como compositor y arreglista. Su voz continúa intacta y sigue sonando tan aterciopelada y melódica como hace cuatro décadas. Croz es un disco elegante, sutil, muy grato, sin concesiones comerciales o acercamientos al pop. El estilo sempiterno de Crosby está ahí, intacto, con su clásico juego de armonías intrincadas y sus arreglos vocales que de repente coquetean incluso con ciertos visos jazzísticos.
  Once nuevas canciones conforman al plato. Desde la inicial “What’s Broken” (con Mark Knopfler como guitarrista invitado) sabemos que el buen David sigue siendo el mismo y que su congruencia musical permanece inmaculada, como lo muestra en la etérea,  reflexiva y a la vez desafiante “Time I Have” o en esa delicia acústica que es “Holding on to Nothing”, solo de trompeta de Wynton Marsalis incluido.
  En Croz, David Crosby contó con la colaboración invaluable de su hijo James Raymond, cuyas aportaciones como productor y multiinstrumentista hacen maravillas con piezas como la intrincada “The Clearing”, la muy crosbystillsandnashiana y brillante “Radio”, la suntuosa “Slice of Time”, la poderosa “Set That Baggage Down”, la melancólica “If She Called”, la muy bella “Dangerous Night”, la radioheadiana (lo digo en serio) “Morning Falling” y la sofisticada “Find a Heart” con que culmina el disco.
  El genio de este enorme y casi mítico músico promete dar aún mucho más de sí. Por lo pronto, se anuncia una próxima reunión con sus camaradas de siempre, los igualmente extraordinarios y entrañables Stephen Stills y Graham Nash para grabar un nuevo disco que deberá salir en la segunda mitad del año. Si resulta tan bueno como Croz, ya podemos ir saboreando el suculento platillo.

(Publicado hoy en la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario)

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