sábado, 1 de noviembre de 2014

Sin el paso (y sin el peso) de los años

Dice el lugar común que la edad es un estado de ánimo. También hay otra frase hecha que señala que el rock es la verdadera fuente de la juventud. Pues entre que son peras o son pretextos y justificaciones, en recientes semanas apareció un par de álbumes que cuando menos parecería justificar ambos dichos.
  Este año, Leonard Cohen cumplió ochenta años y Robert Plant llegó a los sesenta y seis. Ambos pertenecen, ya que de lugares comunes hablamos, a lo que la corrección política denomina como la tercera edad (extraño eufemismo que nos quiere evitar la incorrección de usar palabras como vejez, ancianidad o decadencia; cosas de la post-postmodernidad bien portada).
  La felizmente coincidente cuestión es que ambos músicos sacaron casi al mismo tiempo sendas grabaciones (los dos discos aparecieron a mediados de septiembre pasado) y que éstas tienen muchas cosas en común, sobre todo en lo que se refiere al concepto de los mismos. Popular Problems (Columbia/Sony) se intitula el álbum de Cohen; lullaby and… The Ceaseless Roar (Nonesuch) lleva por nombre el de Plant. Los dos son verdaderas joyas, obras impresionante, trabajos de orfebrería musical y poética llenos de arte, sensibilidad, profundidad y belleza.

Problemas populares
Con ocho décadas a cuestas, Leonard Cohen, nacido en Montreal, Canadá, en septiembre de 1934, se encuentra en plenitud de forma y lo demuestra con éste, su decimotercer disco en estudio. De hecho, lo hizo para conmemorar sus ochenta otoños y el resultado no pudo ser mejor. El poeta tomó mucho del espíritu y el sonido de su plato anterior, el espléndido Old Ideas (2012), y en su nuevo larga duración retomó la temática de la vejez, la enfermedad, la religión y la muerte, al tiempo que en la parte musical repitió el mismo tipo de composiciones austeras, de pocas variantes armónicas, con vocalizaciones graves y profundas que algo tienen de recitación y con esos coros femeninos irrealmente celestiales que funcionan no sólo como apoyo, sino como una especie de coro griego que responde o complementa lo que la voz de Cohen va cantando.
  Las nueve canciones del álbum son de una perfección inaudita. Desde esa maravilla cuasi bluesera con que inicia, “Slow”, declaración de principios (y, viéndolo bien, de finales) sobre las virtudes de la lentitud como modo de vida, hasta la final y concluyente “You Got Me Singing”, una balada folk de gran belleza, pasando por perlas relucientes como “It’s Almost Like the Blues”, “Samson in New Orleans”, “A Street”, “Nevermind”, “My Oh My”, “Born in Chains” y esa plegaria agridulce que es “Did I Ever Love You”, todo en Popular Problems es vital, urgente, sensible, poético.
  ¿El disco postrero de Leonard Cohen? ¿Su testamento? La verdad es que el hombre se ve tan creativo y fresco que dudo que lo sea. Afortunadamente.

El rugido incesante
Robert Plant no ha dejado que la sombra de Led Zeppelin lo aplaste y a pesar de que todos lo recordamos como el enorme vocalista y front man del mítico cuarteto inglés, su carrera como solista ha resultado tan sólida como propositiva.
  lullaby and… The Ceaseless Roar (así, con minúscula inicial), su onceavo trabajo en solitario, es una obra plena de magnificencia, un álbum en el cual regresa a sus raíces británicas, sin dejar de lado al rock primigenio y a ese gusto que de tiempo atrás ha mostrado por la música de Medio Oriente y del norte de África.
  Acompañado por The Sensational Space Shifters, agrupación con la cual había grabado los estupendos Dreamland (2002) y Mighty Rearrenger (2005), Plant hace que el disco transcurra con enorme placidez para dejarnos escuchar piezas tan diversas como la inicial y rítmica “Little Maggie”, la muy emotiva “Rainbow”, las lujuriosas “Pocketful of Golden” y “Embrace Another Fall”, la rocanrolera y con dejos de Tom Waits “Turn It Up”, la nostálgica “A Stolen Kiss”, la repiquetante (esas guitarras punteadas recuerdan a los legendarios Byrds) “Somebody There”, la divertida y folkie “Poor Howard”, la arabesca “House of Love”, la intensa “Up on the Hollow Hill (Understanding Arthur)” y la vertiginosa “Arbaden (Maggie’s Babby” con que concluye el plato.
  Estamos frente a una propuesta discográfica cuyos misteriosos deben ser descifrados por medio de repetidas y atentas escuchas, una obra reflexiva y llena de sabiduría, una profunda meditación acerca del paso de los años (un paso que no parece ser un peso), algo que emparenta a lullaby and… The Ceaseless Roar con el trabajo más reciente de autores como Bob Dylan o el propio Leonard Cohen.
  Un gran opus de Robert Plant.

(Publicado este mes en el No. 443 de la revista Nexos)

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