martes, 12 de agosto de 2014

Esa delicia llamada Jenny Lewis

Después de dos álbumes tan buenos como Rabbit Fur Coat (2006) y Acid Tongue (2008), la ex líder del grupo Rilo Kiley (con el que grabó cuatro discos entre 2001 y 2008) reaparece con The Voyager (Warner Bros, 2014), su tercer opus como solista, un trabajo que no desmerece en absoluto dentro de su propuesta de grato rock pop alternativo. Con un sonido que lo mismo recuerda al armónico estilo del Fleetwood Mac de Christine McVie y Stevie Nicks (como en la inicial “Head Underwater” y la ligeramente áspera “You Can’t Outrun ‘Em”, ambas producidas por Johnathan Rice) que a las baladas de Joan Jett (como en la sensacional “Just One of the Guys”, canción producida por Beck y en cuyo divertido video, dirigido por la propia Lewis, aparecen las actrices Anne Hathaway, Kristen Stewart y Brie Larson), The Voyager es un disco delicioso de principio a fin, sin mayores pretensiones que las de hacernos disfrutar de una colección de canciones amables y sencillas, mas no por ello vacías o intrascendentes.
  Al contrario: la también actriz es una de las compositoras e intérpretes más importantes de los últimos años, a pesar de que siempre se ha mantenido dentro del circuito de eso que hoy se conoce como indie y ello le ha permitido mantener su libertad creativa y su frescura autoral.
  La belleza de este álbum brilla no sólo en las canciones mencionadas, sino en piezas como las preciosas baladas “Slippery Slopes” y “Late Bloomer” (esta última recuerda mucho a She & Him, el proyecto de otra actriz, Zooey Deschanel, al lado del cantautor de alt folk M.Ward).
   Además de Beck y Rice, participa como productor Ryan Adams, cuyo toque rockfolclorero se nota en temas tan finos como “She’s Not Me”, “The New You”, “Aloha & the Three Johns”, “Love U Forever” y el corte que da nombre al plato: “The Voyager”.
  Jenny Lewis ha hecho la que quizá sea su obra más ligera y accesible, incluso más comercial, pero como ya vimos eso no es ni por asomo una desventaja o un punto en su contra. Sólo se trata de un disco que flota –pongámonos un poco cursis– como una hoja en el viento.

(Publicado en Milenio Diario).

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