La trayectoria de Metallica ha sido muy diferente a la de la mayor parte de los grupos, no sólo del heavy metal sino del rock en general. Con un origen auténticamente garagero y de fuertes tintes punkeros, el cuarteto californiano pasó al rock de metal con una energía, una vitalidad y una capacidad creativa tan notables que en muy poco tiempo logró situarse como virtual progenitor del trash.
Sus primeros discos no daban concesión alguna y sus seguidores, como en pocos casos, podían llevar con orgullo el título de fanáticos. Frente a muchas agrupaciones supuestamente metaleras de los años ochenta que hacían una música cada vez más comercial y complaciente, cada vez más ambigua y afectada, casi hermafrodita, Metallica se erguía como un conjunto de tipos agresivos y políticamente incorrectos, provocadores, valemadristas. Su música estruendosa, de riffs espeluznantes, ritmos vertiginosos y letras llenas de mensajes oscuros les ganó una feligresía de cuya fidelidad a ultranza muy pocos grupos, de cualquier género, podían presumir. Cliff Burton, su legendario y malogrado bajista primigenio, era el emblema del cuarteto y su muerte, en 1986, no hizo sino afirmar su halo mítico.
Cuando al iniciarse la siguiente década James Hetfield, Lars Ulrich, Kirk Hammet y Jason Newsted –influidos por numerosos factores, entre los cuales el surgimiento del grunge fue fundamental– decidieron dar un viraje radical con el disco Metallica (mejor conocido como el álbum negro), sus más conspicuos y ortodoxos seguidores se sintieron traicionados y el viejo romance con sus ídolos se hizo pedazos. Para bien o para mal, Metallica no volvería a ser el mismo y sus fanáticos tampoco. Nuevos discos llegarían y un nuevo público, influido por MTV y los medios masivos, se acercaría a la agrupación.
Con todo, a casi 40 años de su surgimiento y a 30 del polémico álbum negro, la influencia del pasado permanece poderosa. Metallica conserva aún su aura de leyenda viva y eso le alcanza para seguir trascendiendo, como lo hace ahora, en este 2021, con el anuncio de una espectacular caja para celebrar las tres décadas del Metallica y su regreso a los escenarios en noviembre próximo, dentro del festival Rockville, en Daytona Beach, Florida, donde compartirá escenario, entre otros, con Nine Inch Nails, Deftones, Stone Temple Pilots, Cypress Hill, Rob Zombie, Social Distortion, Mudvayne, Mastodon, Anthrax, Lynyrd Skykyrd y el power trío mexicano The Warning.
He aquí los cinco discos básicos de Metallica; de hecho, sus cinco primeros.
Kill ‘Em All (Polygram, 1983)
Para
muchos, este disco marcó el nacimiento del thrash metal. Desde sus
inicios, Metallica logró fusionar las influencias de lo que en ese
entonces se conocía como la nueva ola del heavy metal británico
(movimiento encabezado por agrupaciones como Iron Maiden, Judas Priest y
Diamond Head) con el vertiginoso speed metal de sus padres putativos,
Motörhead, y la rabia sin pausas del punk más duro. Con James Hetfield y
Dave Mustaine en las guitarras, Kill ‘Em All hace honor a
su nombre con un rock asesino de alto octanaje. Los temas están
estructurados de una manera muy compleja, con tal cantidad de secciones
que recuerdan la forma de composición del rock progresivo, si bien el
estilo furioso y agresivo de cada corte nada tiene que ver con el
mencionado género. Cuando apareció en 1983, hace 38 años, el álbum causó
una conmoción que hoy persiste entre los seguidores del thrash. Y no es
para menos: apoyado en una sección rítmica verdaderamente demencial
(Cliff Burton en el bajo, Lars Ulrich en la batería), el cuarteto dio
rienda suelta a sus demonios internos y logró abrir una caja de Pandora
cuyos espíritus malévolos aún siguen vagando por el mundo. Visto a
distancia, tal vez Kill ‘Em All no sea un disco tan grande como se
consideró en su momento. Sin embargo, su gran virtud es haber sido el
detonador de un estilo que tendría una enorme cantidad de seguidores
–grupos y fanáticos–- y al que el propio Metallica no podría seguir el
paso por mucho tiempo. Álbum fundacional, obra pionera, su música
conserva la suficiente actualidad como para estremecer a quien escucha
temas tan salvajes como “Motorbreath”, “Whiplash”, “Hit the Lights”,
“Jump in the Fire” y “Seek & Destroy”. Estremecedor e impactante, se
trata de un disco básico para comprender la posterior carrera de
Metallica.
Ride the Lightning (Polygram, 1984)
Posiblemente el disco más influyente de Metallica en los terrenos del heavy metal subterráneo. Ride The Lightning no sólo superó los planteamientos y las propuestas que se esbozaron en Kill ‘Em All,
sino que mostró un claro adelanto en lo musical y lo letrístico. Si su
antecesor fue el álbum fundacional del thrash, éste es la piedra de
toque que mostraría la dirección a seguir por el metal durante la década
de los ochenta y aun más allá. En tan sólo un año, Metallica mostró un
avance artístico impresionante. Cada uno de los temas de este su segundo
álbum tiene una razón de ser y se interrelaciona con el resto de los
cortes, sin que se trate necesariamente de una obra conceptual. Con
inusitada agresividad y sin contemplación alguna, el cuarteto apostó por
el desbordamiento creativo, mediante una fuerza que puede escucharse
sin pausa a lo largo del disco. Se trata de un trabajo experimental en
muchos sentidos, un álbum que sacude los prejuicios y conformismos de un
género que se había atorado en cierta complacencia y que necesitaba
urgentes inyecciones de adrenalina. En el plano estrictamente musical, Ride the Lightning es un imaginativo tour de force
de principio a fin. Lo es desde la explosión (luego de un breve juego
introductorio de guitarras acústicas) de la inicial “Fight Fire with
Fire”, ejemplo de poderío guitarrístico y percusivo. Metallica no rehuye
las influencias de otros géneros, en especial el rock progresivo, pero
lo hace a su manera, fusionándolas con su muy particular estilo. Eso le
permite ir y venir, entrar y salir, por pasajes instrumentales tan
admirables como los de “The Call of Ktulu”. Tampoco se asusta con el uso
de la melodía y la armonía, en franco desafío a quienes piensan que el
metal es ante todo ritmo y estruendo. “Fade to Black” es en ese sentido
una composición ejemplar, una de las más completas del disco, de alguna
manera el equivalente a lo que “Stairway to Heaven” fue para Led
Zeppelin. Con Ride the Lightning, Metallica no sólo se
mostró como una agrupación omnipotente, sino que revolucionó el paisaje
todo del heavy metal a nivel universal.
Master of Puppets (Polygram, 1986)
Un
clásico de Metallica. A pesar de que no significó un paso adelante con
respecto a su antecesor y aunque de hecho repite casi como una calca la
estructura de éste, Master of Puppets ha sido considerado
por más de un especialista como “el mejor álbum de heavy metal jamás
grabado”, lo cual suena como una franca exageración. Es cierto que en lo
comercial superó con creces a los dos álbumes anteriores (con tres
millones de copias vendidas) y que irrumpió con fuerza en las listas de
popularidad. Sin embargo, su calidad artística, aunque innegable, no
supera a la de Ride the Lightning; si acaso, sólo la pule
un poco. ¿Tuvo miedo el grupo de tomar un riesgo tan grande como con su
predecesor? ¿Eligió conformarse con lo ya probado y no aventurarse tan
pronto? El caso es que Metallica jugó a lo seguro y volvió a atinar, por
más que a algunos esto les haya parecido un signo de conservadurismo.
La mayor virtud de Master of Puppets es sin duda su
solidez, el ser una especie de bloque sin fisuras, si bien contiene
también una mayor variedad estilística, siempre dentro de los límites
del metal pesado. Las composiciones aquí son en su mayoría de mayor
duración y las letras resultan aún más socialmente críticas que en Ride The Lightning.
El thrash continúa presente en temas como “Damage, Inc.” y “Battery” y
los arreglos son muy elaborados en “Master of Puppets”, “Dispossable
Heroes”, “The Thing that Should Not Be” y la instrumental “Orion”. Master of Puppets
significó la consolidación de Metallica como líder del movimiento
metalero de los ochenta y un reto enorme para los años por venir.
…And Justice for All (Polygram, 1988)
Primer disco de Metallica sin el trágicamente desaparecido Cliff Burton y primero también con el nuevo bajista Jason Newsted, …And Justice for All es una de los obras menos comprendidas de Metallica. Recuperando el impulso creativo y experimental mostrado en Ride the Lightning,
el potente cuarteto se lanzó a la aventura de crear un álbum mucho más
sofisticado y elaborado que cualquiera de sus trabajos previos. Con un
sentido cercano a lo conceptual, con una temática letrística que hablaba
sobre una sociedad en plena decadencia, con sonidos inusuales logrados
en el estudio de grabación, con una producción bizarra y estruendosa,
Metallica alcanzó y rebasó límites que confundieron a más de uno. Es
debido a este pandemonium musical que …And Justice for All
no es un disco perfecto y, por el contrario, muestra errores de
ecualización que en ocasiones borran literalmente el sonido del bajo del
debutante Newsted. No obstante, con todos sus relativos defectos, el
cuarto opus en la discografía del grupo propone una complejidad estilística y estructural que convierte a cada canción en una suite
llena de cambios y movimientos tan desconcertantes como fascinantes.
Difícil de captar, de aprehender en las primeras escuchas, el álbum se
va haciendo más y más disfrutable conforme se penetra en sus intrincados
y remotos rincones. No deja de ser paradójico que un disco tan poco
accesible haya proveído a Metallica de su primer éxito sencillo: la
canción “One”, una balada-thrash que llegó al famoso y discutible Top 40
de las listas de popularidad estadounidenses, a pesar de su prolongada
duración de más de siete minutos. Sobrevalorado por algunos, subvaluado
por otros, …And Justice for All puede ser acusado de
resultar en extremo pretencioso (algunos de sus temas son casi
imposibles de reproducir en concierto), pero su importancia artística
será mejor evaluada en el futuro.
Metallica (Polygram, 1991)
El
mayor golpe de timón en la historia de Metallica. El disco que les
significó perder a miles de seguidores a cambio de ganar millones de
fanáticos… y de dólares. Metallica es el álbum más
polémico de la agrupación, su entrada a las grandes ligas del
superestrellato y su salida (por expulsión y autoexpulsión) de las
oscuras sendas del metal subterráneo. Intoxicado quizá por los excesos
experimentales de …And Justice for All, el cuarteto optó
por dar un giro radical y dirigirse a lo básico. Había que simplificar
su música, escribir canciones más cortas; si eso les redituaba una mayor
comercialidad, no hallaron razón para rehusarse. Así, Hetfield, Ulrich,
Hammett y Newsted volvieron a correr otro riesgo, pero esta vez en
sentido contrario al que corrieron con Ride the Lightning.
De pronto, el factor melódico cobró una mayor importancia y así
surgieron composiciones más accesibles para el gran público. Sin perder
su esencia metalera, conservando parte de su fuerza thrashera pero dando
evidentes concesiones, surgieron temas como “Enter Sandman”, “Sad But
True”, “Wherever I May Roam” y sobre todo “Nothing Else Matters”, con
las cuales escandalizaron a las buenas-malas conciencias de sus viejos
seguidores, quienes los acusaron de traición de lesa metalidad. A la
comercialidad de Metallica contribuyó el productor Bob
Rock, quien dio al disco un sonido pulido, muy alejado de las “sucias”
grabaciones de las cuatro obras anteriores del grupo. A pesar de la
condena del sector más ortodoxo de los fanáticos de Metallica o tal vez
por ello, este disco significó, hace ya 30 años, una nueva provocación
que influyó en el heavy metal y cambió la dirección del mismo –¿para
bien, para mal?– de manera irreversible.
(Publicado el día de hoy en "Acordes y desacordes", el sitio de música de la revista Nexos)
No hay comentarios:
Publicar un comentario