“Born under a bad sign I been down since I begin to crawl If it wasn't for bad luck, I wouldn't have no luck at all”.
Booker T. Jones / William Bell
“Nací
bajo un mal signo, he estado jodido desde que comencé a gatear”,
cantaba con todo su poderío el gran Albert King, en ese tema clásico del
blues que es “Born Under a Bad Sign” que el propio King se encargó de
inmortalizar. Aunque no se lamentaba del todo al exclamar con ironía:
“Si no fuera por la mala suerte, no hubiera tenido suerte en absoluto”.
¿Mejor tener mala suerte con tal de que haya alguna suerte en la vida?
La pregunta puede ser profundamente filosófica y terriblemente
fatalista. Pero de eso canta en esencia el blues: de tristeza, de
miseria, de sufrimiento, de traición, de sangre, de sudor, de lágrimas,
de falta de perspectivas: de mala suerte. No es para menos. El blues
nació en lo más pobre de lo pobre: los campos de esclavos del sur
profundo estadounidense. Es la música de la gente más lastimada y
envilecida, música surgida de las jornadas de trabajo de sol a sol, de
los malos tratos de los amos blancos y sus capataces, de vivir en
pocilgas, de padecer desde el nacimiento hasta la muerte. Eso tenía que
verse como mala suerte, como pésimo destino, como nacer bajo un mal
signo –y aquí recomiendo la lectura de la estupenda novela El ferrocarril subterráneo
(The Underground Railroad, 2016) de Colson Whitehead que hace un
impactante retrato, entre realista y realista mágico, de la esclavitud
en el sur profundo de Estados Unidos).
El blues es pesimista desde
la base y el blues es el padre del jazz y del rock and roll –y de todo
lo que hoy llamamos rock. ¿Ha permanecido por tanto esa visión negra (en
todos los sentidos de la palabra) en la esencia del género? ¿Persiste
ese bad sign entre los que han escrito y siguen escribiendo blues, rock y todos sus derivados? En buena parte es así.
Cuando los blancos hicieron suyo al rhythm and blues primigenio –no ese
híbrido de espanto al que soy se conoce como r&b (pronúnciese
ar-and-bí)– y lo mezclaron con ciertas dosis de country and western, la
tristeza y la melancolía no se alejaron. Cierto que en el naciente rock
and roll había muchas melodías optimistas y muchos intérpretes
bobalicones, pero su verdadera fuerza seguía apegada a las raíces del deep south y
del delta del río Mississippi. El signo de la fatalidad y la mala
suerte estaban ahí y eso lo vemos en una enorme cantidad de
composiciones de músicos blancos de origen anglosajón: desde Bob Dylan y
Grateful Dead hasta los Avett Brothers y Jack White, pasando por una
larga lista que incluye a Janis Joplin, Jim Morrison, Tom Waits, Leonard
Coen, Joni Mitchell, Eric Clapton, Joe Cocker, Led Zeppelin, Pink
Floyd, Neil Young, Nick Cave, The Clash, Dire Straits, U2, Mother Love
Bone, Sonic Youth, Nirvana, Pearl Jam, Elliott Smith, Bruce Springsteen,
Jeff Buckley, Radiohead, etcétera, etcétera. Todos músicos blancos.
Todos con una visión negra (o muy negra) de la vida. Todos nacidos bajo
un mal signo que se refleja en sus letras y en su música.
Por supuesto que ese bad sign
del legendario blues compuesto por Booker T. Jones y William Bell no es
una marca fatal y negativa. Todo lo contrario. Es lo que ha permitido
al rock mantener su autenticidad en un mundo dominado por el
utilitarismo, la superficialidad, la frivolidad y el consumismo. Es lo
que le da sentido a una vida como la de Kurt Cobain y a su trágico
final.
Cobain, como pocos, encarna a esa mala suerte de la canción
que da título a esta columna. A 27 años de su violento fallecimiento,
cuando apenas tenía 27 años de edad; de esa autoinmolación que a muchos
aún parece incomprensible, habría que buscar un motivo y verla de la
misma manera en que el líder de Nirvana veía a su existencia: como un
absoluto sinsentido.
“La suerte no existe”, rezan los libros de
superación personal. “Cada quien es el arquitecto de su propio destino”.
¡Ja! Esa es una gran falacia y el blues y el rock, desde sus más
profundos infiernos, están ahí para contradecirla.
“Hard luck and
trouble is my only friend / I been on my own ever since I was ten” (La
mala suerte y los problemas son mis únicos amigos / he estado solo desde
que tenía diez años), prosigue cantando Albert King. ¿Quién es el
señorito que se atrevería a desmentirlo?